Llega a París en 1943 y le impacta el futurismo.
Obtiene una plaza como profesor de vaciado en la Escuela de Artes y Oficios de La Coruña y, más adelante, en Barcelona. Establece contacto con los grupos de vanguardia y, tras varias exposiciones, marcha a Viena pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios. Definitivamente vuelve a Madrid en 1934, años en los que responde, junto con Alberto, a la expresión del surrealismo
de los años treinta. Realiza obras todavía figurativas en piedra calcárea y “assemblages” de materiales y formas orgánicas. Después de la Guerra Civil participa en distintas actividades para la renovación del arte español: la Academia Breve de Crítica de Arte de la que llega a ser miembro y la Escuela de Altamira, en la que también participa. Se acerca a los componentes del grupo El Paso y colabora en la “Semana de Arte Abstracto” (Madrid, 1958). En cuanto a la realización escultórica destacan dos facetas: la de autor de obras configuradas a partir de objetos naturales encontrados y la de creador de obras articuladas y móviles, cuya aportación central es el movimiento. Son significativos los Estático-cambiantes en madera y, a partir de 1958 hasta su muerte, los trabajos abstractos en hierro soldado.