Discípulo de Francesco Bianchi Ferrari, en su estilo se notan las influencias de Mantegna, Lorenzo Costa y Leonardo, de quien adopta el clásico perlado colorido ferrarés, recogiendo más tarde los ecos de Rafael y Miguel Angel. En su esfuerzo por conseguir la máxima ligereza y elegancia, valiéndose para ello de un sfumato blando y de gestos de cautivador encanto, se convierte en un precursor de la pintura ilusionista, ya que representa escenas como si estuvieran ocurriendo en un celaje real. Introduce la luz y el color como contrapeso de las formas, desarrollando nuevos efectos de claroscuro, y mediante la dirección de la luz y diagonales determinantes, logra crear un espacio pictórico profundo que se incluye en la acción. La Visión de San Juan Evangelista (1522) en la iglesia de San Giovanni, Parma, es una de sus mejores obras, si bien es cierto que también destaca por sus representaciones mitológicas cargadas de sensualidad, tal y como demuestra su Dánae (1531-1532), Galería Borghese, Roma. Influye en el desarrollo de la pintura del barroco decorativo y anuncia la pintura rococó de Boucher.