La paleta de sombras de Sylvie Fleury

La obra reciente de la artista se exhibe en Thaddaeus Ropac París

París,

Hace ya siete años desde que el CAC malagueño presentó la que fue la primera muestra en nuestro país de Sylvie Fleury, artista suiza que se nutre de nuestro consumismo, más que excesivo, obsesivo, en trabajos de evidentes ecos pop en los que ese materialismo es representado desde múltiples enfoques: el culto al cuerpo, el individualismo, la frivolidad en los valores y el ensalzamiento de lo que comúnmente se entiende por glamour y lujo.

A través de trabajos realizados en disciplinas diversas (vídeos, pinturas, murales, esculturas o neones), Fleury viene abordando desde principios de los noventa, con ironía, el lado grotesco de ese afán por poseer que no ha dejado de evolucionar, con picos de mayor y menor crecimiento, desde el fin de la II Guerra Mundial, y que inevitablemente desemboca en desengaños.

Ha explicado que su interés por la moda procede de un deseo que siempre ha cultivado: el de transformar el entorno a través de sus objetos cotidianos, apropiándose de los códigos y tendencias que comunican sobre nuestro tiempo para jugar con ellos. Extrae así, a partir de esos enseres, lecturas sobre nuestras vulnerabilidades.

Su obra reciente la presenta hasta el 5 de enero, para culminar el año en que la suiza ha recibido el Premio Meret Oppenheim, la sede en el barrio parisino del Marais de Thaddaeus Ropac. Los nuevos trabajos que forman parte de esta muestra, “Palette of shadows”, toman de nuevo referencias visuales del Pop y el minimalismo, habituales en la producción de esta artista, y se centran en explorar más a fondo dos aspectos también ya abordados en su obra anterior: de un lado, los códigos de la feminidad y la masculinidad asociados tanto a la moda como al consumo; de otro, las relaciones del arte  del siglo XX con ese culto a la celebridad y a la posesión.

Sylvie Fleury. "Palettes of shadows" en Thaddaeus Ropac París. Le Marais
Sylvie Fleury. “Palettes of shadows” en Thaddaeus Ropac París. Le Marais

A través de monumentales paletas de maquillaje, Fleury cuestiona los mensajes asociados al deseo y al poder adheridos a ciertos cosméticos y también investiga lo que comunican per se los lienzos con formas no convencionales, considerados a menudo como piezas híbridas entre el género pictórico y el escultórico. Convencida feminista, en estas nuevas piezas ha querido Fleury ofrecer un contrapunto al paradigma articulado en “The Shaped Canvas”, muestra que el Guggenheim de Nueva York acogió en 1964, organizada por Lawrence Alloway, en la que participaron Paul Feeley, Sven Lukin, Richard Smith, Frank Stella y Neil Williams.

El lenguaje mínimo desplegado por Fleury en esta muestra, la repetición de elementos, las formas reducidas y el uso de materiales industriales remiten a las piezas entonces expuestas por aquellos artistas, pero sus contrastes cromáticos, intensificados a veces por las zonas de profundidad de estas paletas, remiten a la pintura de campos de color y expresan un sentido de equilibrio y dualidad que conecta con ciertos principios taoístas. No es la primera vez que en su trabajo apela Fleury a los juegos de contrarios (el yin y el yang, lo masculino y lo femenino) y su subversión de los principios minimalistas desarrollados por esos antecedentes masculinos tiene que ver con el machismo que -opina- es frecuente en los que hoy entendemos como emblemas del buen gusto.

Desde su temprana instalación Shopping Bags (1991-1996) hasta sus esculturas ready-made, en las que ha librado a bolsas de firmas de lujo de su contexto original, la artista no ha cesado de apropiarse de objetos y desechos de nuestro consumo como punto de partida de su producción.

Colgadas en la pared como pinturas abstractas, en este caso sus obras suponen una respuesta crítica clara a las narrativas históricas asociadas al arte contemporáneo y también a los sistemas de reconocimiento y legitimidad que entran en juego a la hora de valorar a los creadores actuales; más de una vez ha comentado Fleury que usar aquellas bolsas de tiendas caras no era solo una forma de apelar a lo absurdo de nuestro consumo de lo inútil, también al afán de ciertas galerías y museos por exhibir la obra de artistas-marca validados por publicaciones como Artforum.

Consumismo, imperio de lo masculino y de lo célebre…y deseo de lo teóricamente personalizado. Fleury también enfoca sus críticas hacia nuestra tendencia por individualizar al máximo, pero no en las esencias, nuestros párpados, nuestro cuerpo, nuestra ropa y nuestras casas.

Para la artista, la moda, en este caso el maquillaje, no es el fondo del mensaje, sino una herramienta de comunicación: Es solo otra herramienta que puedo usar cuando hablo sobre feminismo, política y fetichismo, o si quiero agregar un tono ligeramente machista y frívolo a la voz de una obra de arte.

Bellamente aerodinámicas, a veces elegantes y sensuales, otras relucientes hasta evocar lo superficial, las obras de Fleury -que en la primavera de 2019 presentará individual en el Instituto Suizo de Roma- nos plantean, en último término, qué razones nos llevan a considerar un objeto como atractivo. Y qué dicen esas razones de nuestra propia personalidad.

 

 

Sylvie Fleury. “Palettes of shadows”

GALERIE THADDAEUS ROPAC

7 Rue Debelleyme

París

Del 27 de noviembre de 2018 al 5 de enero de 2019

 

 

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