Suda Yoshihiro: poesía desde el hiperrealismo

El escultor de botánica preciosista vuelve a Elvira González

Madrid,
Suda Yoshihiro. Campanilla. Convolvulus Arvensis
Suda Yoshihiro. Campanilla. Convolvulus Arvensis, 2017

Hace tres años por estas fechas, la Galería Elvira González exhibía por primera vez la obra de Suda Yoshihiro, un escultor japonés, nacido en Yamanashi en 1969, que cultiva un hiperrealismo atípico. Lo suyo no es esculpir cuerpos sobredimensionados con sus pelos y señales como Ron Mueck, ni réplicas humanas fácilmente confundibles de lejos como las de Duane Hanson o John DeAndrea, ni escenarios monócromos como los de George Segal. Tampoco ha centrado su atención en fragmentos del cuerpo humano, como Robert Gober, ni lo ha deformado como Patricia Piccinini para que experimentemos una sensación a medio camino entre la repulsión y la tristeza por dudar de que haya dignidad donde sí la hay.

Suda Yoshihiro es el escultor de la primavera. Os hemos hablado de la ciudad donde nació porque no es un dato baladí: la localidad de Yamanashi se encuentra rodeada de naturaleza, muy próxima al monte Fuji; pero este artista no siempre se ha fijado en las plantas: su amor por la botánica surgió al alejarse de ellas, cuando en los noventa se trasladó a Tokio para estudiar. Las obras que veis, flores que pueblan con mucha sutileza la galería, son el resultado de aquella nostalgia inesperada. En la sala solo se hacen notar por su belleza y su pequeñez, y esa sencillez forma parte de su nula necesidad de reivindicarse.

Las fotografías de esta noticia pueden engañar al ojo, pero nos encontramos ante miniaturas vegetales que no pierden su origen natural en su condición de escultura, porque están talladas en madera de magnolio y sus tintes son también naturales y no químicos. Existe una razón poderosa tras la elección de esa madera por parte de este artista, y tiene que ver con que el magnolio es uno de los árboles cuya apariencia ha mutado menos con el paso de los siglos: Evolucionó a su forma actual hace unos cien millones de años, y esencialmente no ha cambiado desde entonces. Me gusta la sensación de historia que emerge de esta madera.

Suda Yoshihiro. Hoja de cerezo. Prunus avium, 2017
Suda Yoshihiro. Hoja de cerezo. Prunus avium, 2017
Suda Yoshiro. Persicaria. Polygonum persicaria, 2017
Suda Yoshihiro. Persicaria. Polygonum persicaria, 2017

Merece la pena acercarnos lo que podamos y fijarnos en la minuciosidad con que Yoshihiro ha podido dar forma a la vulnerabilidad de los tallos quebradizos, los pétalos livianos y sus colores tenues, las hojas que no son impolutas. Tiene la mirada aguda y la mano lenta, pero más allá del virtuosismo evidente en su captación de lo real, busca lecturas menos artesanales: al hacer nacer estas flores de las paredes sin vida, de sus grietas o del espacio inesperado del marco de una ventana, plantea cuestiones sobre las fronteras entre la realidad y la ilusión y también reivindica el poder de la belleza sin mensaje evidente en un entorno (el urbano) y un tiempo en el que solo parece valorarse lo que tiene una función concreta y la cumple.

En paralelo, al no ocupar estas flores apenas espacio, subraya la importancia de que sepamos encontrar sentido en lo pequeño y silencioso, en lo que no se nos muestra de forma evidente. Por eso juega disponiéndolas en ángulos y alturas inesperadas, iluminándolas a veces según procedimientos no canónicos. Así, el recorrido del espectador no obedece a un ritmo fijo: tenemos que agacharnos, encorvarnos, ponernos de puntillas… y, necesariamente, concentrarnos. Lo pequeño nos obliga a no dispersar la atención.

Otro de los sellos de la obra de este artista, además de la diminuta pulcritud, es la nula voluntad de migrar a otros lenguajes más grandilocuentes u obvios. Suda se conoce bien: ¡No puedo hacer nada grande! En términos de la escala de arte, creo que hay artistas que por naturaleza son capaces de crear obra en gran escala. Yo simplemente soy diferente a ellos.

Y, si el conjunto resulta espiritual, casi zen, tampoco es casualidad: del mismo modo que Yoshihiro se decidió por emplear madera de magnolio por ser un árbol cuyo aspecto resiste siglos, eligió tallar flores, escrupulosamente efímeras por naturaleza, para hablarnos, a través de esa dualidad que no podemos conocer mediante la mera observación, de la belleza evanescente, el tempus fugit. Nos encontramos ante vanitas despojadas del artificio barroco.

No podemos quedarnos, en esta exposición, con lecturas simplistas de bonitas plantas que, por su belleza y sin recursos escénicos, transforman el espacio. Pero también lo son.

Suda Yoshihiro. Hierbas, 2017
Suda Yoshihiro. Hierbas, 2017

 

“Suda Yoshihiro”

GALERÍA ELVIRA GONZÁLEZ

c/ Hermanos Álvarez Quintero, 1

Madrid

Del 2 de noviembre de 2017 al 13 de enero de 2018

 

 

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