El pasado octubre se cumplió una década desde que Rubén Martín de Lucas, en el inicio de su carrera en solitario tras formar parte del colectivo Boa Mistura, desplegó en APGallery, entonces abierta en Martín Muñoz de Ayllón (Segovia), sus repúblicas mínimas.
Abordaba las opciones de generar y habitar un espacio creativamente, esto es, de intervenir un paisaje y relacionarse con él: han sido una constante en su producción la reflexión sobre los lazos entre el individuo y el territorio y la puesta en cuestión de nuestro sentimiento de propiedad hacia los lugares que habitamos y de algunas de las barreras físicas y mentales con las que a veces ponemos coto a las superficies a nuestro alcance, puertas al campo.
Para todos los trabajos que formaban parte de aquella exhibición, cuyo aniversario APGallery ha conmemorado con la proyección de un corto documental de Fernando Borlán, Martín de Lucas llevó a cabo un mismo ejercicio: el de apropiarse de cien metros cuadrados, dibujar una frontera y habitar ese lugar, devenido microestado efímero, durante un periodo inferior a veinticuatro horas. De la muestra formaban parte fotografías y vídeos cenitales, tomados con un dron, que captaban o narraban esas intervenciones, a las que el artista se refería como gestos que defienden la vida por encima de cualquier bandera, de cualquier nación.


En su nueva exposición en la Marquesa Gallery de Carabanchel, Martín de Lucas se ha fijado en otro tipo de barreras autoimpuestas: aquellas que establecemos entre lo civilizado (domesticado) y lo salvaje, y en el reflejo de esas dicotomías en nuestro modo de relacionarnos con la naturaleza y sus especies.
Esta propuesta lleva por nombre “Domesticarse y morir”, su enfoque oscila entre la ironía y la poesía visual y consta de óleos sobre lienzo y trabajos en técnica mixta sobre papel, fechados en 2024 y 2025, en los que este autor madrileño, ingeniero de formación, advierte de la posibilidad de un futuro tan jugoso y atractivo como estéril, de las consecuencias de nuestra atracción por el poder atómico y de nuestro deseo de controlar, para el aprovechamiento de recursos o el ocio, una cada vez mayor extensión de terrenos (silvestres) disponibles.
Acuarios, jaulas, peces de ojos múltiples y gallinas que acaban sus días en cubos de KFC pueblan obras en las que vuelve a hacer abundante uso de la palabra y de esos espacios vacíos cada vez más raros fuera de las telas. También saldrán a nuestro encuentro poco amenazantes lobos malos, de dientes afilados, ante los que nos obligan a temblar.



Rubén Martín de Lucas. “Domesticarse o morir”
C/ Marquesa de Argüeso, 38
Madrid
Desde el 21 de noviembre de 2025
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