Prudencio Irazábal, la claridad y lo incierto

Los últimos trabajos del artista, en Helga de Alvear

Madrid,

Prudencio Irazabal. La claridad y lo inciertoPor su fusión de luz y color, es muy posible que, en un primer vistazo, las obras de Prudencio Irazábal nos hagan acordarnos de James Turrell. Pero este artista alavés se fija, de inicio, más en el segundo que en la primera, porque concibe el color como camino y la luz como desenlace trabajoso por el desafío que supone llevar lo inmaterial al lienzo y porque solo puede hacerse presente, precisamente, a través del color. Un cromatismo que en su producción anterior fue vivo e intenso, pero que ha evolucionado hacia la suavidad y la ligereza.

También cuida con mimo la captación de la profundidad en el espacio pictórico, sin recurrir para ello al espesor de la pincelada ni a las sombras y sin renunciar al ilusionismo. Esas pinceladas destacan precisamente por hacérsenos invisibles: simples deslizamientos de tonalidades líquidas que dan lugar a formas, también líquidas, de bordes no definidos, generando una abstracción que no necesita de franjas ni rectas para transmitir cierto misticismo.

A partir del próximo 17 de noviembre y hasta el 11 de febrero de 2017, la Galería Helga de Alvear nos presenta la cuarta muestra individual del artista en sus salas, “La claridad y lo incierto”, que reunirá sus últimos trabajos. Si en la serie Cromatomía (1993 – 1998), el vasco trataba de descomponer un color en sus posibles componentes independientes, esta vez ha tomado el espectro lumínico como objeto de estudio, diseccionándolo en un intento, que sabe de antemano imposible pero también por ello poético, de emular la mezcla de los colores-luz por medio de colores-pigmento.

Su punto de partida y de referencia a la hora de desarrollar esta obra reciente ha sido la afirmación Claritas is Quidditas que James Joyce formuló en su “Retrato del artista adolescente”. El creador vasco se ha dejado llevar por la búsqueda de la claridad, a la que ha concedido valor simbólico, convirtiéndola en metáfora de la naturaleza inteligible, y también intangible, de las cosas.

A la hora de conseguir esa luz que modula sus composiciones sobre el lienzo ha recurrido a la formulación exacta del color, utilizando el espectro lumínico como una categoría cromática, como una herramienta capaz de transformar materiales y formas.

Para ello Irazábal ha preparado con metódica precisión sus colores, aplicándolos sobre los lienzos mediante capas delgadas de resinas acrílicas superpuestas. La claridad de estas obras reside en su propio carácter inacabado, abierto a aceptar una capa más que tampoco supondrá el cierre, la conclusión, de las pinturas. Consciente de que, dentro y fuera de sus lienzos, la claridad no puede despejar las nieblas de la incertidumbre, esta exposición se ha articulado en torno a esas dos categorías, que no dejan de mantener una estrecha relación.

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