Miguel Ángel y su tiempo

Francisco Calvo Serraller

Una afortunada coincidencia permite disfrutar estos días en nuestro país de dos muestras dedicadas al dibujo italiano del siglo XVI.

“Miguel Ángel y su tiempo. Obras maestras de la Albertina”
Museo Guggenheim Bilbao
Hasta el 10 de febrero de 2005
“De Miguel Ángel a Annibale Carracci. Un siglo de dibujos italianos”
Museo del Prado, Madrid
Hasta el 13 de febrero de 2005

Por un lado, la exposición del Guggenheim de Bilbao con fondos de la colección de dibujos de la Albertina, una de las colecciones de obras maestras del dibujo más importantes y completas del mundo y, por otra, la selección que el Museo del Prado hace de sus dibujos italianos y que en su mayor parte proceden del legado Durán, una colección familiar fraguada entre la segunda mitad del XIX y primer tercio del XX, y cuyo legado a la pinacoteca se materializó en 1931.
Ambas exposiciones nos ofrecen un maravilloso conjunto de obras, bellas en sí, pero además transmisoras del pulso de algunos de los mejores creadores de todos los tiempos, a la vez que nos llaman la atención sobre la importancia histórica del dibujo, que interpretado en la acepción clásica de “disegno” -como idea o matriz- se convertía en aquello que arma y configura una obra de arte, su “alma”, lo que la hace materialmente posible. Con la crisis del XVI se incrementa la importancia del dibujo, al relajarse el canon y centrarse el sentido del arte en su concepción, siendo significativamente los teóricos del manierismo los que hicieron descansar los fundamentos del arte en la idea, al considerar como de superior calidad lo “inacabado”.

Miguel Ángel Todo esto se percibe en la práctica del dibujo de entonces, que no sólo está sobrecargada de densidad teórica, sino de originales búsquedas y sorprendentes resultados, como queda reflejado en esta doble cita.

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