México moderno, revolucionario y singular

El Grand Palais revisa el arte del país en la primera mitad del s XX

París,
David Alfaro Siqueiros. Autoportrait (Le Grand Colonel), 1945. Museo Nacional de Arte, INBA Patrimoine culturel, 1982 © INBA/Museo Nacional de Arte
David Alfaro Siqueiros. Autoportrait (Le Grand Colonel), 1945. Museo Nacional de Arte, INBA Patrimoine culturel, 1982 © INBA/Museo Nacional de Arte

El próximo 5 de octubre abrirá sus puertas en el Grand Palais de París, bajo el comisariado de Agustín Arteaga, una gran muestra dedicada al arte mexicano de la primera mitad del s XX que se completará con obras de artistas internacionales contemporáneos, para hacer hincapié en la conexión de los creadores de aquel país con las vanguardias europeas.

Rivera, Frida Kahlo y José Clemente Orozco serán probablemente los artistas más buscados, pero quizá el gran atractivo de la exposición sea la posibilidad de conocer al resto, los más desconocidos, a lo largo de las cuatro secciones en que se estructura.

La primera hace hincapié en la inspiración del arte moderno mexicano en las tradiciones del siglo XIX, subrayando el claro vínculo entre el arte académico desarrollado  después de la restauración de la República en 1867 y los preceptos de la Escuela Mexicana de Pintura y Escultura promovida por José Vasconcelos a partir de 1921.

En paralelo, las tendencias internacionales contrarrestaron ese anclaje en la tradición y, a comienzos del siglo XX, el simbolismo y el decadentismo encontraron en México reflejos deslumbrantes en obras como La mujer y el pelele (1909)  de Ángel Zárraga.

Paulatinamente, a lo largo de las primeras décadas del s XX, se reafirmaron las experimentaciones estéticas de artistas mexicanos en contacto con la vanguardia parisina y el gran ejemplo de ello fue Diego Rivera.

Tina Modotti. Guitare, cartouchière et faucille, 1929
Tina Modotti. Guitare, cartouchière et faucille, 1929

La segunda sección presta atención a las repercusiones artísticas de la Revolución Mexicana, conflicto armado que implicó la planificación de un nuevo proyecto nacional. La creación artística posterior a ella tomó necesariamente partido ideológico  e hizo del muralismo y la gráfica sus formatos fundamentales. En París veremos obras de Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco y de mujeres que cultivaron la pintura más allá del mural y la fotografía, como la imprescindible Frida Kahlo, Nahui Olin, Rosa Rolanda, Tina Modotti y Lola Álvarez Bravo.

El tercer apartado de la exposición permitirá descubrir toda una selección de artistas cuyos trabajos pueden entenderse como alternativas a los discursos ideológicos de la creación de la época, como las máscaras alucinantes de Germán Cueto, los retratos enigmáticos de Roberto Montenegro y las abstracciones de Gerardo Murillo Dr. Atl y Rufino Tamayo.

Finalmente, la cuarta sección, titulada Encuentro de dos mundos: Hibridación, manifestará cómo, desde comienzos del siglo XX, la presencia de creadores mexicanos en Estados Unidos, como De Zayas, Miguel Covarrubias y, sobre todo, los grandes muralistas, desarrolló una influencia decisiva en los movimientos de vanguardia de ciudades como Nueva York, Detroit o Los Ángeles.

De igual manera, gracias a la fama adquirida por los artistas mexicanos en el extranjero durante las primeras décadas del s XX, varios artistas foráneos decidieron trasladar su actividad a México y, en colaboración con los creadores locales, lograron desarrollar una escena particularmente rica, en especial alrededor del surrealismo, con exponentes como Carlos Mérida, José Horna, Leonora Carrington y Alice Rahon.

La exposición culminará con la crónica de estos intercambios y la referencia a la llegada de Mathias Goeritz  a México en 1949.

 

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