Lorenzo Lotto y los estados mentales

El Museo del Prado expone sus retratos

Madrid,

 

Lorenzo Lotto. Retrato de caballero joven (Cristoforo Rover), 1532. Gallerie dell'Accademia, Venecia
Lorenzo Lotto. Retrato de caballero joven (Cristoforo Rover), 1532. Gallerie dell’ Accademia, Venecia

Lo ha recordado hoy Miguel Falomir: el primer contacto que muchos españoles tuvieron con Lorenzo Lotto llegó con la portada de Bomarzo, la novela, muy alabada y hecha ópera, de Manuel Mujica Laínez. En ella aparecía el Retrato de un joven (quizá Cristoforo Rover), uno de los más fascinantes de Lotto por la abundancia de sus referencias iconográficas, que apuntan a que se trata de un hombre que deja atrás la juventud y comienza a conocer las obligaciones de la edad adulta. Se fecha en los inicios de la década de 1530 y forma parte de la exposición, dedicada a los retratos del pintor veneciano y organizada junto a la National Gallery de Londres, que el martes se abrirá al público en el Museo del Prado.

Precisamente esta pinacoteca cuenta con dos de las cuatro únicas obras del artista que se conservan en nuestro país: una es de temática religiosa y la otra un retrato (de ellos hablaremos más adelante). La tercera pintura pertenece al Museo Thyssen (se trata de un posible autorretrato habitualmente expuesto) y la cuarta, San José y los pretendientes de la Virgen, también forma parte de la colección Thyssen-Bornemisza y se encuentra depositado en el MNAC barcelonés.

Lorenzo Lotto. Retrato de mujer como Lucrecia, hacia 1530-1532. The National Gallery, Londres
Lorenzo Lotto. Retrato de mujer como Lucrecia, hacia 1530-1532. The National Gallery, Londres

La monográfica del Prado, que han comisariado Enrico Maria dal Pozzolo, de la Universidad de Verona, y el propio Falomir, comenzó a gestarse hace unos diez años, cuando el ahora director del museo se encargó de la muestra “El retrato del Renacimiento”. Lotto fue, en aquella ocasión, uno de los pintores mejor representados y también uno de los más admirados por el público, seguramente por la variedad de recursos compositivos y estéticos que introdujo en sus obras. Es posible que, poniéndonos puristas, Tiziano fuera mejor retratista que él, pero –lo ha dicho hoy también Falomir– seguramente una muestra con sus obras de este género fuese más aburrida. El autor de La bacanal de los andrios pintó a los más poderosos e influyentes, a los triunfadores del s. XVI, con las rigideces y la parcialidad que ello suponía, mientras en las telas de Lotto encontramos personajes más comunes en situaciones y entornos que hablan, de verdad, de la personalidad y el oficio de sus modelos. En Madrid se exhibe el retrato de un campesino de mirada franca y cabellos algo revueltos, después de haberse quitado, seguramente, el sombrero.

Y esa fue su gran originalidad, que ya detectó a fines del s. XIX Bernard Berenson en su ensayo “Lorenzo Lotto; An Essay in Constructive Art Criticism”: fue, quizá, el primer pintor en preocuparse por captar los estados de ánimo de sus retratados, rasgo que hoy consideramos propio indisolublemente de la modernidad.

Lorenzo Lotto. Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina, 1523. Museo Nacional del Prado
Lorenzo Lotto. Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina, 1523. Museo Nacional del Prado

Lotto fue un pintor nómada, siempre en el contexto geográfico del norte de Italia: trabajó en Treviso, Bérgamo, Venecia y Las Marcas (brevemente,  y sin que queden trazas,  también en Roma), y en unos y otros lugares recibió estímulos muy diversos que probablemente se plasmen en la complejidad de las soluciones y las tipologías inéditas con las que trabajó. Una de las más reseñables fue el retrato matrimonial; hay que recordar que, anteriormente, se pintaba a los esposos en obras individuales formando pareja. A esa tipología pertenece una de las dos obras del pintor en el Prado a las que nos referíamos antes: el delicioso Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina, en el que un Cupido socarrón dispone un yugo sobre los esposos avisándolos de su carga futura. Otra fue el triple retrato de un único individuo: de frente y en sus dos perfiles.

Lorenzo Lotto. Retrato triple de orfebre (Bartolomeo Carpan?), 1525-1535. Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie, Viena
Lorenzo Lotto. Retrato triple de orfebre (Bartolomeo Carpan?), 1525-1535. Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie, Viena

Y cuando no innovaba Lotto en las composiciones lo hacía… en el tratamiento, riquísimo, de los objetos. Conviene prestar mucha atención a cada uno de ellos, porque en sus retratos no son ajuar azaroso, sino que nos hablan de las inquietudes o aficiones de los modelos; otras veces, de su profesión. Podemos decir que cuentan un relato dentro del retrato, generando en quien observa el deseo de saber más. En otros casos son las manos, dirigiéndose más allá del escenario de las obras, las que avivan la curiosidad del espectador, y la modernidad del pintor. Para satisfacer esas curiosidades, junto a algunas de las obras, el Prado nos enseña objetos, vestidos, armas, una alfombra, joyas… muy semejantes a las que vemos en las pinturas y fechadas en el Renacimiento; así podremos comprobar hasta qué punto la obra de Lotto puede ser una estupenda fuente para adentrarnos en la cultura material de esa época.

Imagen de la exposición “Lorenzo Lotto. Retratos”. Foto © Museo Nacional del Prado
Imagen de la exposición “Lorenzo Lotto. Retratos”. Foto © Museo Nacional del Prado
Lorenzo Lotto. Alegoría de la Virtud y el Vicio, 1505. National Gallery of Art, Washington. Samuel H. Kress Collection
Lorenzo Lotto. Alegoría de la Virtud y el Vicio, 1505. National Gallery of Art, Washington. Samuel H. Kress Collection

Y también nos deja la exposición descubrir alguna de las cubiertas que pintó. Era muy frecuente que los retratistas del siglo XVI las trabajaran, pero se han conservado muy pocos ejemplos; en esta muestra vemos la correspondiente a El obispo Bernardo de Rossi. Constituye un retrato intelectual del religioso a través de alegorías vinculadas al vicio, la razón y la virtud y prueba cuánto podemos habernos perdido con esas cubiertas que no nos han llegado. Tampoco sabemos cuándo una y otra pieza se separaron, y hoy un océano las distancia: el retrato forma parte de la colección del Museo di Capodimonte de Nápoles y la alegoría la guarda la National Gallery of Art de Washington.

El que, de la mano de Berenson, consideramos uno de los primeros retratistas modernos por su atención a la psicología (es cierto que el historiador estaba influido por Freud, que entonces preparaba La interpretación de los sueños, pero ese ambiente no resta verdad a su visión de la profundización de Lotto en el carácter de los personajes) tuvo en vida una suerte dispar: conoció el éxito y el fracaso, incluso la pobreza, y falleció en el Santuario de la Santa Casa de Loreto, en Las Marcas, hastiado del mundo, desilusionado como solo quedan los que observan con mucha atención: el peso de sus retratos reside en las miradas –las laterales, muy inquietantes– , los gestos y los numerosos elementos simbólicos: lámparas que aluden al afán de conocimiento, pétalos que indican melancolía, perrillos que encarnan la fidelidad,  lunas con sílabas que ponen nombre a los modelos…

No hay retrato de intensidad menor en la muestra del Prado ni modelo de expresión vacía, y eso que las obras reunidas se fechan a lo largo de medio siglo. En las más tempranas se aprecian ecos de Giovanni Bellini y Antonello de Messina, tamizados por la influencia de su probable maestro, Alvise Vivarini; más adelante, asimiló Lotto las innovaciones de Durero, Leonardo da Vinci y Rafael, y en su última etapa, del mainstream Tiziano.

De la exposición forman parte también algunas pinturas religiosas y destaca entre ellas San Antonino de Florencia repartiendo limosnas. Gracias al libro de contabilidad de Lotto (uno de los solo dos que se conservan de artistas del Renacimiento) sabemos que los pobres que aparecen en esta pieza, tratados con gran dignidad, se inspiraron en modelos reales. También podemos vaticinar que uno de ellos, el vestido de rojo, corresponde a un autorretrato del autor, que por entonces adquirió lienzo, precisamente rojo, para hacerse un atuendo.

Pone punto y final a la muestra, además de un documental dedicado a los escenarios en los que el pintor trabajó, su testamento, acompañado de un caduceo en el que una grulla inicia el vuelo, como símbolo de su deseo de elevarse sobre lo mundano.

Lorenzo Lotto. Retrato de hombre con lámpara, hacia 1508. Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie, Viena
Lorenzo Lotto. Retrato de hombre con lámpara, hacia 1508. Kunsthistorisches Museum, Gemäldegalerie, Viena

 

 

“Lorenzo Lotto. Retratos”

MUSEO NACIONAL DEL PRADO

Paseo del Prado, s/n

Madrid

Del 19 de junio al 30 de septiembre de 2018

 

 

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