Lee Bul, lo próximo en el EACC de Castellón

Lee Bul, seguramente la artista coreana más reconocida internacionalmente, regresa a España, el país donde presentó su primera exposición individual en Europa (fue en el Domus Artium de Salamanca, allá por 2007). El próximo 12 de junio, el Espai d´ Art Contemporani de Castellón abrirá al público una muestra centrada en su producción reciente: obras escultóricas que se presentarán a veces suspendidas, como lámparas de araña, y compuestas por complejos ensamblajes de cadenas, espejos y abalorios de cristal.

Remitirán por su estructura en forma de maqueta a esquemas arquitectónicos muy vigentes en los comienzos del siglo XX y sobre todo a la imagen de arquitecturas totalitarias y de aire militar que Bul ha conocido en Corea. Los propios títulos de estas obras, como After Bruno Taut (Beware the Sweetness of Things), de 2007, en la que reproduce sus diseños utópicos, ya aluden en ocasiones a estas referencias.

Las alusiones a la utopía residen sobre todo en los detalles: la reproducción de arquitecturas no reales en referencia al citado Taut y su concepción de las “Sternenbau” (estructuras estelares) o menciones del escepticismo post moderno en torno al discurso único y la idea de la universalidad (serie Mon grand récit, 2005).

Fue a principios de la década de los noventa cuando los trabajos escultóricos de la artista comenzaron a cobrar mayor relevancia en el conjunto de su obra y a dar lugar a ambiciosas instalaciones: son bien conocidas y datan de entonces sus esculturas Cyborg femeninas inspiradas en elementos de la historia del arte tradicional, en la escultura clásica, la ciencia ficción, la teoría crítica y la imaginación popular. El objetivo de estas piezas era analizar las inquietudes que los avances tecnológicos pueden provocarnos. Aunque por su apariencia brillante, su color blanco puro y sus formas sinuosas, atraen inevitablemente al espectador, estas obras, tituladas Anagrams, nos incitan a la reflexión desde el cierto rechazo que causan al recordarnos a las criaturas que H.R. Giger creó.

Originan en torno a ellas una atmósfera aséptica entre lo retro y lo futurista y evocan la belleza clásica de las esculturas grecolatinas, sustituyendo, eso sí, su mármol por poliuretano y sus proporcionados miembros ajustados al canon de Policleto por prótesis o apéndices que producen cierto escalofrío.

Nacida en Corea del Sur en la etapa de la dictadura militar, Bul se formó precisamente en escultura en la Universidad Hongik a fines de los ochenta y desde los comienzos de su trayectoria artística se interesó por la política en un sentido amplio y vinculándola a la filosofía y el humanismo y por el idealismo que impregna culturas y civilizaciones, también por cuestiones de género, por la pervivencia de la ciencia ficción y por la manipulación de la identidad en tiempos de clonaciones y modificaciones genéticas y los cambios que acarrea la introducción masiva de la tecnología en nuestras vidas, sin olvidar sus promesas incumplidas.

El cuerpo humano, la inmortalidad y las relaciones entre lo natural, lo mitológico y lo artificial también han sido otros de sus objetos de estudio, y Bul también ha querido indagar en las razones de nuestra fascinación inevitable por lo monstruoso, lo raro y lo ambiguo o lo desconocido. La coreana maneja la idea, muy manejada pero poco asumida, de que los extremos se tocan y lo bello y lo grotesco, lo atractivo y lo repulsivo, también.

Aunque, como ya hemos dicho, la escultura es su principal ámbito de creación, Lee Bul también es autora de dibujos, fotografías y performances que documenta en videos, obras de impronta iconoclasta que, en realidad, resultan difíciles de catalogar en cualquier formato y que, a menudo, tienen una intención provocativa y una fuerte carga física: en sus performances callejeras iniciales, cubría su cuerpo con esculturas blandas, a modo de tentáculos, con resultados tan seductores como grotescos.