La luz negra: el arte reciente y su esoterismo

Alquimia, magia… El CCCB indaga en sus influencias “oscuras”

Barcelona,
Henri Michaux. Sin título, 1983. © Cortesía Galerie Lelong & Co. Fotografía: Fabrice Gibert
Henri Michaux. Sin título, 1983. © Cortesía Galerie Lelong & Co. Fotografía: Fabrice Gibert

A los miembros de Dau al Set, además de los escritos de Carl Jung, les interesaron los ritos chamánicos y las filosofías orientales; el chamán Beuys leyó con fijación los textos de Rudolf Steiner sobre antroposofía; el taoísmo y el budismo zen subyacen en el simbolismo de las esculturas de Wolfgang Laib y las energías vibrantes que muchos aún asocian a Ibiza están estrechamente ligadas a la obra del catalán Zush, que en la isla descubrió la psicodelia.

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona abre hoy al público, bajo el comisariado de Enrique Juncosa, “La luz negra”, una exhaustiva colectiva en la que rastrea, a través de 350 obras de artistas muy distintos entre sí, las huellas del esoterismo, la magia o la alquimia en la creación del último medio siglo. Podemos ver pinturas, dibujos, esculturas, fotografías, audiovisuales, grabados, documentos, libros o piezas musicales de autores que crearon subrayando objetividades o subjetividades pero que se dejaron influir por lecturas, creencias o visiones en algunos casos muy inesperadas. La mayor parte de los artistas representados son estadounidenses, según el centro, por la mayor aceptación históricamente en ese país de las “tradiciones secretas”, y destacan también figuras del underground de los sesenta y los setenta, pero también artistas convertidos en clásicos como Tàpies, Barnett Newman o Agnes Martin y creadores más jóvenes, cuyos trabajos ponen de manifiesto que el interés por las espiritualidades alternativas, por lo oculto e impenetrable en su sentido más negro, continúa vigente en el ámbito creativo en forma de mirada recurrente a la teosofía, las sociedades secretas, los mitos universales, los efectos de ciertos drogas o la cuarta vía de Gurdjieff.

Según Juncosa, esa vigencia actual del ocultismo tiene que ver con frustraciones y deseos insatisfechos y con nuevas preocupaciones ligadas al terrorismo o la ecología que nos invitan a cuestionarnos los cimientos más elementales de todo lo que era sólido, pero también con la preponderancia de un arte reglamentado que a menudo niega el misterio y la poesía.

Rompiendo con rigores formalistas, en general las obras expuestas han sido para sus autores instrumentos de conexión con otros niveles cognitivos, con realidades paralelas o con formas de conocimiento escasamente transitadas; aunque en muchos casos encontramos que los mundos otros que han interesado a estos artistas no quedaban muy lejanos en la distancia y entraban en conexión con la cultura antes llamada popular: el rock, el jazz, el cómic o el cine independiente.

Es difícil negar la impronta del esoterismo en el arte reciente y en el de todos los tiempos, y sin embargo su huella en él suele quedar -salvo excepciones no extensas- al margen de los planes de estudio, al escapar a los cánones de la racionalidad o, quizá, dada la dificultad de referirnos a esa influencia desde un lenguaje directo y comprensible para la mayoría, para los no iniciados.

“La luz negra” recuerda cómo, en los cincuenta, los cineastas Harry Smith y Jordan Belson rodaron filmes animados que prefiguraron la psicodelia y la contracultura de las décadas siguientes mientras algunos pintores asociados al expresionismo abstracto, y después a la abstracción postpictórica o al minimalismo, como el citado Barnett Newman, Ad Reinhardt o Agnes Martin, se interesaban por el chamanismo y sus ritos, los mitos y creencias orientales o la psicología de Jung, que clasificó en ocho categorías nuestras posibles formas de ser. Compartieron época e intereses con los informalistas europeos.

Antoni Tàpies. Cubiertas de libro, 1987. Colección particular, Barcelona © Herederos de Antoni Tàpies / Vegap, Madrid
Antoni Tàpies. Cubiertas de libro, 1987. Colección particular, Barcelona. © Herederos de Antoni Tàpies / Vegap, Madrid

Kenneth Anger y Forrest Bess profundizarían después en esa fascinación social y artística por lo oculto; el primero al filmar bajo la influencia de Aleister Crowley y el segundo, desde el aislamiento, al pintar imágenes simbólicas de un supuesto inconsciente universal, pero, sin duda, sería en los sesenta y los setenta cuando la llamada contracultura trajo la mayor y más desprejuiciada apertura hacia lo enigmático y lo irresoluble. Mientras Burroughs y Gysin desarrollaban el cut-up como mecanismo para escribir textos a partir del collage, en un procedimiento que ellos entendían como mágico, el músico Sun Ra, jazzista que se proclamaba sin pelos en la lengua hijo de Saturno, fundó en Chicago una sociedad secreta llamada Thmei, leía a Gurdjieff y Blavatsky y realizaba actuaciones marcadas por la improvisación y el desorden, empezando por su propia y muy colorista indumentaria.

No hace falta explicar que Beuys fue quizá el artista que, con mayor radicalidad y desde su propia producción, defendió el valor del arte como vehículo de sanación individual y transformación social, pero sí que Steiner, fundador de la antroposofía fue, como decíamos al principio, una de sus grandes influencias. Ambos defendieron la necesidad de crear una sociedad nueva que tuviera como centro nuestra humanidad creativa (cada hombre, un artista, ya sabéis).

Tras las instalaciones para la meditación de Tania Mouraud se encuentra su hondo estudio de la filosofía y su vocación introspectiva y la obra de Terry Winters, Taaffe y Fred Tomaselli no puede comprenderse sin profundizar en su interés por la espiritualidad, la teoría matemática de los nudos (hoy emblema de lo hermético) o la psicodelia y las sustancias alucinógenas. Aquí, en Europa, Gino de Dominicis, obsesionado con la civilización sumeria, confesaba creer en extraterrestres y creaba esculturas invisibles; tras las imágenes singulares de Francesco Clemente subyacen herméticos mundos de espiritualidad, y el cine y el cómic son, en manos de Alejandro Jodorowsky, caminos para la exploración de lo oculto.

Por cierto, el título de la muestra se refiere a un concepto sufista según el cual la realidad es solo luz en distintos grados de intensidad, por eso los iniciados son llamados hombres de luz en los textos de esa rama esotérica del islam. Un estado de luz negra implica la supraconciencia y alcanzarla es solo para elegidos, pero para saber más, además de visitar la exposición, podemos pasarnos a contemplar el programa de audiovisuales que la completa en Archivo Xcèntric, con piezas de Peter Tscherkassky, Val del Omar, Maya Deren, Stan Vanderbeek y Ben Russell.

Chris Martin. If You Don't See It Ask For It, 2016. Cortesía de David Kordansky Gallery, Los Angeles, CA Fotografía: Brian Forrest
Chris Martin. If You Don’t See It Ask For It, 2016. Cortesía de David Kordansky Gallery, Los Angeles. Fotografía: Brian Forrest

 

 

“La luz negra. Tradiciones secretas en el arte desde los años cincuenta”

CENTRE DE CULTURA CONTEMPORÀNIA DE BARCELONA. CCCB

c/ Montalegre, 5

Barcelona

Del 16 de mayo al 21 de octubre de 2018

 

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