JD Fergusson, los colores de Escocia

La National Gallery of Modern Art de Edimburgo acoge una esperada retrospectiva del artista

Edimburgo,

JD Fergusson. The White Dress: Portrait of Jean, 1904. The Fergusson Gallery, Perth & Kinross Council

Con la colaboración de la Fergusson Gallery y el Perth & Kinross Council, la National Gallery of Modern Art de Edimburgo presenta, hasta el próximo 15 de junio, una esperada muestra que recorre la trayectoria de JD Fergusson, artista de formación esencialmente autodidacta y nacido en Leith en 1874 que alcanzó reconocimiento junto al grupo de pintores coloristas escoceses formado por F.C.B. Cadell, S.J Peploe y G.L. Hunter.

En 1907 se trasladó a París y sus años en la capital francesa ejercerían una influencia decisiva sobre su estilo y técnica, al asimilar las novedades propuestas por Matisse o Derain. Tras el estallido de la I Guerra Mundial, Fergusson se vio obligado a trasladarse a Londres. Allí se integró en el Margaret Morris Club, un importante lugar de encuentro para artistas, escritores y compositores que en aquellos años trabajaban en la capital británica.

Junto a Morris, que fue su compañera, regresó a París en 1929 para establecerse después, y ya con carácter definitivo, en Glasgow. Impulsaron la vida cultural de la ciudad abriendo el New Art Club, espacio expositivo y de encuentro para los nuevos creadores que daría lugar al New Scottish Group. Allí donde los Fergusson-Morris pisaban, crecían nuevas actividades culturales: durante las largas temporadas que en los cincuenta pasaron en el sur de Francia, Morris puso en marcha escuelas de verano de danza creativa cuyos estudiantes fueron modelos recurrentes para Fergusson.

La antología que podremos ver en Edimburgo se centra en los óleos y esculturas del artista y cuenta con préstamos de numerosas instituciones británicas y de colecciones privadas que rara vez se habían mostrado antes al público.

Herederos de los Glasgow Boys, Fergusson y el resto de los coloristas escoceses se impregnaron en los años veinte y treinta de los tonos vivos e impactantes de la pintura francesa contemporánea y los transformaron en un lenguaje puramente escocés. Aunque su estilo derrochaba vitalidad y firmeza, los temas elegidos (paisajes insulares, interiores de Edimburgo, modelos a la moda del momento) eran bastante tímidos comparados con los de sus equivalentes franceses.

Pese a disfrutar de un éxito comercial y del público limitado durante la época en que expusieron, los coloristas fueron objeto de un redescubrimiento en los años ochenta como influencia fundamental en la pintura escocesa del siglo XX y hoy día gozan de gran reputación en el panorama internacional. Si queréis saber más sobre ellos podéis buscar sus trabajos en centros como la Aberdeen Art Gallery, la Kirkcaldy Art Gallery y la J. D. Fergusson Gallery de Perth.

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