O’Keeffe, el tiempo para ver realmente una flor

El Museo Thyssen dedica a la americana una antología

Madrid,

Sus paisajes, flores y huesos fueron conocidos y reconocidos en su tiempo, no han dejado de serlo, y es muy probable que la atemporalidad y fortuna crítica de estas pinturas tenga que ver con el hecho de que nazcan de búsquedas personales y no en el marco de corrientes pasajeras.

Casi dos décadas después de que la Fundación Juan March reuniera una treintena de sus óleos inspirados en paisajes en “Naturalezas íntimas”, el Museo Thyssen-Bornemisza dedica a Georgia O’Keeffe una retrospectiva en la que ha contado con la colaboración de más de treinta prestadores, entre los que destaca su Museo en Nuevo México, y que subraya tanto la originalidad de su pintura frente a tradiciones como el hecho de que su iconografía diversa (de rascacielos a cráneos pasando por graneros) se haya convertido en emblemáticamente americana. Comisariada por Marta Ruiz del Árbol, incorpora además las cinco obras de la autora que forman parte de la colección Thyssen.

O’Keeffe supo desde niña que quería ser pintora y, en fecha tan temprana como 1923, señaló que, ya que no podía vivir enteramente a su manera, sí deseaba pintar al menos como quiero (…) lo que es exclusivamente asunto mío; manifestó su intención de expresar con colores y formas lo que no podía decir de otra manera. Ese espíritu independiente y determinado la convirtió en pionera de la abstracción y representante de la primera modernidad estadounidense cuando la cultura en aquel país aún miraba sobre todo a Europa; conviene recordar que la artista no viajó al Viejo Continente hasta superados sus sesenta y que uno de sus primeros destinos fue España: aunque nuestro país no tuvo reflejo literal en su pintura, sí sería su experiencia aquí relevante a la hora de abrirle opciones creativas y, en adelante, no podrá entenderse su producción sin su afán viajero.

El recorrido de la exposición, articulado según criterios cronológicos y temáticos, transita desde sus naturalezas abstractas de los años diez hasta su obra de los setenta, cuando ya había visitado países y paisajes muy diversos, explorándolos con el ritmo pausado del caminante.

Georgia O'Keeffe. Abstracción temprana, 1915 Milwaukee Art Museum, Milwaukee © Milwaukee Art Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Abstracción temprana, 1915. Milwaukee Art Museum, Milwaukee © Milwaukee Art Museum. VEGAP, Madrid, 2021

Se inicia la exhibición con las pinturas que sorprendieron al público de Nueva York en su primera muestra allí en 1916: trabajos alejados del color en los que, por esa misma razón, se hace evidente su buen manejo del dibujo y su virtuosismo técnico en el uso del lápiz y de la acuarela, la toma de apuntes y la definición de los motivos. Cuando incorporó el cromatismo a su obra comenzó por el azul para ir sumando tonalidades siempre vivas; destacan, en este sentido, sus dos lienzos del paisaje texano como rayo en tierra. Y no faltan tampoco en el Thyssen sus abstracciones más orgánicas de finales de aquella década, que pueden despertar lecturas sobre la importancia en la producción de O´Keeffe de la representación del género; en otras será posible vislumbrar analogías musicales.

Georgia O'Keeffe Desde las llanuras II, 1954 Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Desde las llanuras II, 1954. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O'Keeffe Almeja y mejillón, 1926 Georgia O'Keeffe Museum © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Almeja y mejillón, 1926. Georgia O’Keeffe Museum © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021

La naturaleza fue el punto de partida fundamental de la mayor parte de la obra de O’Keeffe, pero una de sus series más celebradas la dedicó a Nueva York, sus rascacielos y su noche; la obra con la que la inició fue Calle de Nueva York con luna, de 1925, presente en los fondos del Thyssen. Sin embargo, esas arquitecturas que ayer y hoy son metáfora de la contemporaneidad parecen una excusa para dirigir la mirada del espectador al cielo (lo que las grandes urbes tienen de natural e inabarcable). Gran paseante en el campo, también lo fue en la ciudad, que observó con la misma mirada atenta y curiosa.

Georgia O'Keeffe Calle de Nueva York con luna, 1925 Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Calle de Nueva York con luna, 1925. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021

Cuentan, asimismo, con sección propia en esta antología sus visiones de los graneros en torno a Lake George y del mismo lago y sus tormentas; nos ofreció de este entorno tanto miradas panorámicas como vistas sumergidas. Pretendía que los ajetreados ciudadanos modernos se detuvieran a mirar los pequeños detalles y también las flores; al Thyssen ha llegado, entre ellas, Estramonio. Flor blanca n.1 (1932), que es la obra más cotizada en subasta de una mujer artista y que podemos entender que encarna la comunión y el contraste entre la belleza y la muerte, dado que esta es una planta venenosa de semillas letales.

Georgia O'Keeffe Estramonio. Flor blanca nº 1, 1932 Crystal Bridges Museum of American Art, Bentonville, Arkansas © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Estramonio. Flor blanca nº 1, 1932. Crystal Bridges Museum of American Art, Bentonville, Arkansas © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021

Tres años antes de pintarla, en 1929, viajó O’Keeffe por primera vez a Nuevo México y la región, en la que confesó desde el primer momento haber encontrado su sitio, cambiaría su vida y su obra. Buscó y pintó las huellas de su herencia hispana, como las cruces de penitentes, y también danzas ceremoniales, estas en un lenguaje no figurativo. Interesada desde siempre por las expresiones culturales genuinas, ligadas a la tierra, recolectó asimismo huesos que llevaría con ella a Nueva York para continuar pintándolos.

Georgia O'Keeffe Paisaje de Black Mesa, Nuevo México / Desde la casa de Marie II, 1930 Georgia O’Keeffe Museum, Santa Fe © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Paisaje de Black Mesa, Nuevo México/ Desde la casa de Marie II, 1930. Georgia O’Keeffe Museum, Santa Fe © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021

El paisaje de la zona abrió numerosas posibilidades a sus exploraciones sobre naturaleza y color y también pintó en repetidas ocasiones, desde un lenguaje muy próximo a la abstracción (transitaba entre esta y la figuración una y otra vez, en función de sus necesidades expresivas) la que sería su casa allí durante casi cuatro décadas, convirtiendo su puerta en centro de un misterio. Ya residía O’Keeffe en Nuevo México cuando visitó España por primera vez, en 1953 (regresó al año siguiente), y aunque, como decíamos, lo que vio no dejó rastro, evidente, en su pintura, sí llamaron su atención las vistas aéreas que descubrió desde el avión, porque abstraían lo real y eliminaban lo anecdótico.

La exhibición del Thyssen se cierra con su última obra, depurada hasta acercarse al minimalismo y a su vez profundamente evocadora de la naturaleza (data de 1976-1977), y con una sala donde nos esperan fotografías de su taller y un acercamiento a su proceso de trabajo riguroso, algunos materiales incluidos.

Georgia O'Keeffe Puerta negra con rojo, 1954 Chrysler Museum of Art, Norfolk, VA © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Puerta negra con rojo, 1954. Chrysler Museum of Art, Norfolk, VA © Georgia O’Keeffe Museum. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O'Keeffe Carretera en invierno I, 1963 National Gallery of Art, Washington © Board of Trustees, National Gallery of Art, Washington. VEGAP, Madrid, 2021
Georgia O’Keeffe. Carretera en invierno I, 1963. National Gallery of Art, Washington © Board of Trustees, National Gallery of Art, Washington. VEGAP, Madrid, 2021

 

 

“Georgia O´Keeffe”

MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA

Paseo del Prado, 8

Madrid

Del 20 de abril al 8 de agosto de 2021

 

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