The Mastermind, esto no es un atraco

13/11/2025

Con una trayectoria sólida desde mediados de los noventa, la cineasta Kelly Reichardt se ha aproximado a casi todos los géneros, más bien para deconstruirlos: ella misma se refirió a River of Grass como una road movie sin la carretera, una historia de amor sin el amor y una historia sobre crimen sin el crimen; tampoco Old Joy era una película de carretera al uso; ni First Cow un thriller de vieja escuela.

Y The Mastermind no es otra película de atracos: no hay sesuda preparación de un golpe épico, investigación lenta que lo resuelva y clamoroso fallo de último momento que eche al traste la operación; más bien todo lo contrario. El robo de tres obras abstractas de Arthur Dove, considerado pionero de ese estilo en Estados Unidos, en un pequeño museo de Massachusetts, apenas requiere planificación, resulta fácil gracias al sueño o la docilidad de los vigilantes y se efectúa sin ningún error y sin ninguna seriedad: incluso las pinturas serán escondidas en un granero, con una escalera tambaleante y ante la indiferencia de un cerdo. El mayor equívoco será el hurto en sí, que no traerá a los ladrones precisamente riquezas.

La película propone, por un lado, un ejercicio de contrastes entre la vida cotidiana, familiar y apacible de JB (Josh O’Connor) antes del suceso y la completamente despojada de después -lo sólido se desvanece en el aire- y, por otro, introduce al espectador en un viaje por el Estados Unidos de 1970, en el que la población más expuesta a ser alistada protesta contra la guerra de Vietnam y los ladrones humildes tienen más posibilidades de ir a la cárcel que los hijos de un juez de prestigio, por más que éste sea the mastermind.

El mismo cartel del film anticipa su estética nostálgica (su trasfondo no lo es) y el afán de la cámara por seguir los pasos a lo largo del país de un hombre que comienza la trama acompañado por su esposa -Alana Haim, que merecía mayor peso en el metraje- y dos hijos y la termina buscando refugio en soledad. Incluso la banda sonora, a cargo de Rob Mazurek y plena de jazz, remite al cine de hace cincuenta años.

El rol protagonista de O´Connor converge en bastantes momentos con el que nos ofreció en La quimera de Alice Rohrwacher (por su descuido estético y su interés genuino por el arte que roba), pero aquí abandona sus aristas trágicas y su anterior bondad para convertirse en un tipo tan amable como egoísta hacia su familia y amigos. Su padecimiento no es ya la pérdida de un amor, sino la obligatoria asunción de las consecuencias de sus actos; aún así, Reichardt consigue que no deje de interesarnos, que el espectador se imagine continuamente en su piel.

Quizá JB sea el el ladrón robado, el hombre muy común que cree merecer más y termina obteniendo… su merecido.

Kelly Reichardt. The mastermind

 

 

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