Mi casa en París. Las orillas del Sena como forma de vida

05/08/2015

Mi casa en ParísAllá por 2002 Israel Horovitz estrenó en Nueva York, en el Promenade Theater (lo de promenade tiene algo de anticipatorio), My Old Lady, la obra teatral que ahora ha trasladado a la gran pantalla en el que es su primer filme como director.

El que fuera guionista de la premiada Fresas y sangre ha contado con tres actores con los que no se puede hacer película decepcionante (la brillante Maggie Smith, Kevin Kline y Kristin Scott Thomas, aquí con varios registros) para introducirnos en una historia que en un principio puede parecernos una comedia feliz sobre redención y segundas oportunidades con París como telón de fondo y que finalmente adquiere mucha más complejidad  gracias a la introducción de un drama inesperado.

En realidad, casi nada en Mi casa en París termina siendo lo que parece, salvo la ciudad y su encanto: la adorable anciana profesora de idiomas fue infiel y una madre regular; el crápula bebedor aficionado a los divorcios esconde una sensibilidad insospechada fruto de una dura infancia y la hija aparentemente sin mácula de la primera –siguiendo inconscientemente el camino de su madre- mantiene una relación con un hombre casado.

A todos los une, en un principio, un palacete en París. El desdichado Mathias Gold (Kevin Kline) lo ha heredado de su padre, pero será un dulce con trampa, porque pertenece a Mathilde (Maggie Smith, la vendedora) hasta que ésta muera, y ni ella, ni su hija Kloe (Kristin Scott Thomas), le pondrán a Mathias las cosas fáciles a la hora de venderlo.

Las relaciones entre ellos son, en un principio, tan tensas como divertidas, hasta que asoma un pasado trágico que los enlaza a todos y que pone de manifiesto el dolor que deja a su paso una traición amorosa. Finalmente el amor, que fue el motivo de su trauma común, acaba por redimirlos, y éste es el punto en el que la película tiene más bazas de caer en lo tópico, pero escapa de lo previsible con elegancia gracias a la profundidad de los personajes, que por edad y experiencia ya dejaron atrás cursilerías.

En realidad, podemos entender la ciudad de París como otro personaje más en la película: nada sería igual en otro entorno, y lo demuestra la figura de ese agente inmobiliario que vive en un barco en el Sena o la de la cantante de ópera que demuestra su arte frente al río. El volver a empezar de Mathias y Kloe hubiera sido, seguro, mucho más difícil sin la torre Eiffel al fondo.

Mi casa en París tiene profundidad, encanto y tres actores que nunca defraudan. Se estrena el 7 de agosto.

Mi casa en París

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