Madame Marguerite o la candidez

02/04/2016

Madame MargueriteEn un precioso palacio de campo numerosísimo público vestido con elegancia espera la actuación de Madame Marguerite. Una joven cantante que tiene que intervenir antes que ella en el concierto llega muy azorada. Hay mucha expectación pero Marguerite no quiere salir a escena antes de que llegue su marido, en el fondo el único público que le importa. Ante la tardanza, se ve obligada a actuar. Y cuando esperamos que salga de su garganta una voz sublime, asistimos a una sucesión de gallos que a los asistentes les provocan hilaridad o desconcierto.

Nadie ha advertido a Madame Marguerite (Catherine Frot) de que no sabe cantar; todo lo contrario, alaban su talento. Hasta el punto de que ella busca que sus actuaciones salgan por fin del salón de casa y lleguen a un público más amplio (quiere sentirse querida), y es ahí donde comienzan los problemas. Nadie la toma en serio, pero todos disimulan, unos por piedad y por no herir en lo más profundo su amor propio, otros porque tratan de aprovecharse de su inocencia y de su riqueza: clases de canto ridículas, shows surrealistas en teatros… La mentira engorda y engorda hasta que se hace imposible encauzar la situación y afrontar todo el tiempo y las esperanzas que se han perdido para lograr lo que era imposible.

Madame Marguerite, la última peli de Xavier Giannoli en llegar a cines, podía perfectamente titularse como una de sus obras anteriores, Crónica de una mentira. Entre el peloteo ajeno (con la salvedad de su marido, que le es infiel a la vez que le tiene cariño y lástima) y su fuerte convicción en la belleza de lo que hace (cuando nos empeñamos en pensar lo que nos interesa no hay nada que nos disuada), la protagonista no saldrá de su error hasta que sea demasiado tarde.

Marguerite recuerda en su autoengaño y su búsqueda de cariño a la Gloria Swanson de El crepúsculo de los dioses, pero en su rostro hay bastante más ternura, y en su fiel criado vemos cierto eco de Max (Erich von Stroheim), aunque incluso en él hay un intento de aprovechamiento: le interesaba fotografiarla hasta al final como proyecto más personal que sentimental.

Nos reímos de su voz y también nos da lástima, pero seguramente este experimento de cantante de ópera tiene mucho de cualquier persona: Madame Marguerite ejemplifica nuestra manía de convencernos de lo que queremos pese a las evidencias y deja claro que una verdad dolorosa a tiempo puede ser más útil que una mentira mantenida en el tiempo, aunque sea sin mala intención. Pero al final de la película no tenemos claro quién ha hecho más el ridículo: si ella, persiguiendo un sueño irrealizable con constancia, o su entorno, mofándose de ese intento tan humano. Su dinero dificulta que le digan la verdad (puede que a los ricos se les mienta más), pero está claro que todos nos juzgamos a todos y habría que preguntarse cuántas veces opinamos del resto con sinceridad o recibimos opiniones leales.

Comedia con un fondo muy dramático, Madame Marguerite es una historia sobre amor por la música, egos, soledad, relaciones sociales huecas y sobre los peligros del deseo de agradar. No vais a olvidar el personaje de Frot.

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