El gabinete del Doctor Caligari: 100 años de una película expresionista

27/02/2010

Ayer se cumplió un siglo del estreno de El gabinete del Doctor Caligari, la película más significativa del cine que se hacía en Alemania en la etapa de la República de Weimar, cuando se generalizó el largometraje y también un vivo debate en torno a la convivencia del cine popular y el netamente artístico, el nacional y el internacional. No fueron muchas las películas expresionistas surgidas entonces, pero sí podemos afirmar que la estética de aquel movimiento dejó su huella en la producción audiovisual alemana en los años previos y posteriores a 1920.

Esa influencia de la pintura expresionista en lo fílmico se aprecia en decorados, iluminación y gestos, en buena medida gracias a la labor de diseñadores como Walter Reimann, Walter Röhrig o Hermann Warm. Hay que recordar que en esta corriente primaba la expresión de sentimientos por encima de la realidad objetiva y para ello se deformaban escenarios y objetos, plasmando así en el mundo externo las angustias (y alucinaciones) internas. Las referencias a la realidad se desdibujan en favor de la captación de lo que va por dentro; lo mismo ocurre a nivel temático: ganan peso la tragedia y la fantasía. Lo gótico y fantasmagórico, las visiones y malos sueños de estos filmes se han interpretado a menudo como síntomas psicológicos que anticiparían las derivas colectivas en las que germinó el nazismo.

El gabinete del Doctor Caligari de Robert Wiene (en su sentido último, una sátira del autoritarismo prusiano) comienza con un personaje llamado Franzis contándole a otro individuo la historia del Doctor Caligari, un médico que manipula la voluntad de Césare, sonámbulo, para inducirlo a cometer crímenes en Holstenwall. La criatura asesina a un amigo de Franzis y a un secretario de Estado y secuestra a la novia del primero, pero el mismo Franzis averigua quién se encuentra tras las muertes y persigue a Caligari hasta un manicomio, del que es director.

En ese centro, Franzis convence a los doctores para que investiguen el comportamiento de Caligari y se comprueba, gracias a su diario, que pretendió reconstruir con Césare un suceso que tuvo lugar en Italia en 1703. Avanzando el filme, Franzis terminará como paciente en ese psiquiátrico, con Caligari… como médico. Nos fascinaron, y sigue siendo así, las historias, literarias o fílmicas, en las que es más que dudoso quién es el loco, si alguno no lo es.

Aborda El gabinete el asunto del doble, la complejidad y ambigüedades de la personalidad humana y las posibilidades de manejar las voluntades; temas presentes también en filmes del momento como Metrópolis o El estudiante de Praga. Podemos obtener de él una interpretación doble: Franzis es un paciente de un psiquiátrico que narra una historia imaginada, o bien es víctima del criminal al que se propuso destapar. El paso del tiempo y el estudio de la obra ha dado primacía a la primera interpretación, frente a la segunda, más amarga, de la denuncia inútil. En cualquier caso, la película abunda en las consecuencias de la locura si quien la padece maneja el poder.

En lo formal, prácticamente podemos considerar El gabinete del Doctor Caligari como una pintura en movimiento, en la que la perspectiva y las formas se retuercen (fijaos en los trapecios y rombos, en las líneas oblicuas), el vestuario destaca por su extravagancia, el mobiliario por su exotismo (los respaldos de las sillas son kilométricos; las banquetas, muy altas) y los espacios se hacen teatrales o simbólicos. Los personajes aparecen muy maquillados y desarrollando acciones aparentemente coreografiadas o repentinas; más que situarse en unos decorados, forman parte de ellos y estos, a su vez, son la traducción de su drama, tienen intención. De hecho, los escenarios adquieren el rol de la expresión de estados anímicos.

Los movimientos de cámara son escasos y el rodaje se realizó en estudio: predominan los interiores. En cuanto a las figuras protagonistas, es fácil asociarlas a los ilusionistas o magos de los espectáculos de feria itinerantes.

Robert Wiene. El gabinete del Doctor Caligari, 1919

El filme de Wiene supuso un antes y un después en el cine de Weimar, con el que tuvo un nexo temático claro: el desarrollo de una trama marcada por la rivalidad familiar, o edípica, que desencadena una rebelión finalmente resuelta con el regreso a la ley del padre. El origen de los argumentos de El gabinete puede rastrearse, y así se ha hecho, en narraciones folclóricas, novelas por entregas de aquel momento o en la literatura nacional alemana, pero el director logró narrar sus conflictos mediante encuadres originalísimos, flashbacks y un montaje peculiar que derivó en un filme oblicuo, ambiguo en cuanto a las motivaciones de los personajes, en el que la estructura temporal y el sentido de las acciones no están claros y han de ser interpretados.

Tanto Wiene como otros cineastas del periodo de Weimar tomaron temas del Romanticismo y la tradición gótica para transformarlos en una mitología propia a nivel audiovisual, reactivando corrientes ideológicas contrarias a una industrialización galopante en los años diez. Reflexionaron sobre el dispositivo cinematográfico e hicieron de la cámara una herramienta subjetiva con capacidad creadora sobre lo real, a través del poderosísimo montaje.

Comentarios