Fernández Alvira y Lina Vila, del hoy a la leyenda

Presentan un proyecto conjunto en el Museo de Huesca

Huesca,

Antonio Fernández Alvira. El último resplandor. Museo de HuescaCuando hace unas semanas sumábamos a nuestros fichados a Antonio Fernández Alvira ya os contábamos que este artista oscense planteaba en sus dibujos, y en instalaciones que tenían en el papel su reflexión primera, cómo las arquitecturas estables pueden convertirse en ruinas y las verdades no cuestionadas en engaños.

Enlazando con esas preocupaciones, y con otros asuntos como la vigencia del jardín como emblema cultural o el histórico silenciamiento de las mujeres, Alvira presenta ahora junto a la artista zaragozana Lina Vila “La leyenda en el imaginario”, un proyecto conjunto en el Museo de Huesca que demuestra cómo el arte actual puede aproximarse a las leyendas vigentes en el imaginario colectivo con resultados muy sugerentes.

Este mismo Museo cobija alguna de ellas, como la de la Campana de Huesca (según ella el rey de Aragón Ramiro II decapitó aquí a una docena de nobles contrarios a sus intereses, escena recreada por Casado del Alisal) y la de la boda de su hija Petronila con Ramón Berenguer IV (que tuvo lugar pero no aquí). Precisamente en la Sala de la Campana Alvira exhibe ahora El último resplandor, y sobre ella, en la Sala de Doña Petronila, que fue también reina de Aragón, Vila presenta Un jardín para Petronila.

Partiendo de los hechos históricos y legendarios que rodearon estos lugares, ambos creadores han realizado un ejercicio de heterotopía, de conjunción de diversos espacios en uno único, buscando encontrar y subrayar las conexiones entre su tiempo y el nuestro.

Para comprender mejor El último resplandor, es preciso que nos acerquemos con más detalle a la leyenda: hacia 1135 Ramiro II pidió consejo a fray Frotardo, su maestro en el monasterio de Saint Pons de Thomières, a través de un mensajero. Le preocupaban los nobles que menospreciaban su poder al considerar que no era un monarca guerrero ni diestro en las armas. Como respuesta, fray Frotardo salió al huerto del monasterio y cortó las coles que más sobresalían. El rey creyó entender el mensaje y, con el pretexto de hacer una campana que se  oyera en todo el reino, ordenó decapitar a los rebeldes conforme entraban en esta estancia para ver la magnífica campana.

Antonio Fernández Alvira. El último resplandor. Museo de Huesca
Antonio Fernández Alvira. El último resplandor. Museo de Huesca

 

Lina Vila. Un jardín para Petronila. Museo de Huesca
Lina Vila. Un jardín para Petronila. Museo de Huesca

Justo donde un círculo en el suelo recuerda este relato, que forma parte del imaginario de Alvira, el artista ha situado una instalación en forma de ruina que, como la mayor parte de su trabajo, subraya lo teatral y puramente simbólico de los signos de poder para poner de relieve su fragilidad y su carácter efímero.  Esa levedad nos queda clara en el empleo de acuarela y papel para simular madera y en unos trampantojos visuales que continúan ese juego de mera apariencia; la curiosidad y el afán de riqueza degollaron a los nobles contrarios a Ramiro II que poco tiempo antes le habían hecho refugiarse en Besalú.

Por su parte, Un jardín para Petronila se sitúa como decíamos en la iglesia románica en altura donde la tradición dice que ella contrajo matrimonio con el conde Berenguer IV de Barcelona (por datos históricos sabemos que el matrimonio se celebró en Lérida en 1150). El enlace fue todo menos inesperado: las capitulaciones tuvieron lugar en 1137, cuando Petronila solo tenía un año. Si hacemos restas, vemos que al casarse tenía catorce.

Tras reinar entre 1157 y 1164, Petronila vivió retirada, “privada y santamente” según las crónicas, hasta su muerte en 1173, así que podemos considerar que su vida cumple, al menos sobre el papel, con todos los cánones femeninos de la época: fue esposa y madre y finalmente vivió también bajo la tutela de la Iglesia.

Lina Vila ha hecho referencia a esa noción de lo femenino a lo largo de la historia recreando un paradisus claustralis, un espacio de recogimiento como aquel al que Petronila se retiraría voluntariamente en su última etapa tras abdicar.

Sobre el suelo del templo ha dispuesto cuatro acuarelas atendiendo al orden armónico de los claustros medievales, cuyos jardines eran diseñados como representaciones ideales por ser modelos del Paraíso, según la tradición cristiana. Lina ha pintado lirios blancos que simbolizan pureza; rosas rojas en alusión al amor divino, fresas que hablan de rectitud y manzanas que recuerdan al hombre que los éxitos y bienes materiales son tan efímeros como su misma persona.

 

La leyenda en el imaginario

Museo de Huesca

Plaza de la Universidad, 1. 22002 Huesca

Del 2 de diciembre de 2016 al 22 de enero de 2017

 

 

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