El rebobinador

Ramón Casas, el gusto por lo insólito de un retratista de éxito

Nuestro último rebobinador estaba dedicado a Santiago Rusiñol y Ramón Casas (1866-1932) perteneció a su círculo íntimo y también impulsó las tertulias en Los Cuatro Gatos, además de participar en las que su amigo organizaba en Sitges. Su formación fue más convencional que la de aquel: estudió en la Escuela de Bellas Artes La Lonja de Barcelona y también acudió a París hasta instalarse finalmente en la capital catalana, donde triunfó como retratista local y alcanzó proyección en América, incluso en mayor medida que Rusiñol. Sus estilos terminarían divergiendo, el de Casas avanzó hacia un mayor realismo.

Hacia 1890 pintó su visión del interior del Moulin de la Galette, utilizando una perspectiva prolongada hacia el fondo y desde arriba e imprimiendo una animación mayor que la de Rusiñol. Su estilo es realista postmanetiano y este es un ejemplo de su interés por la captación de escenas cotidianas en lugares de ocio.

Ramón Casas. Interior del Moulin de la Galette, hacia 1890-1891. MNAC, Barcelona
Ramón Casas. Interior del Moulin de la Galette, hacia 1890-1891. MNAC, Barcelona

En Interior al aire libre (1892) representó a un matrimonio en una terraza de un interior burgués, asunto cultivado asimismo por Rusiñol. Esta escena podría ilustrar, además, más de un episodio de la literatura naturalista. Destaca una rabiosa luminosidad, fielmente estudiada, cerca de la tradición del pleinairismo.

Ramón Casas. Interior al aire libre, 1892. MNAC, Barcelona
Ramón Casas. Interior al aire libre, 1892. MNAC, Barcelona

Las diferencias estéticas entre Casas y Rusiñol se acentuaron al establecerse ambos en Barcelona tras su paso por Francia; era una época de convulsiones sociales, en los últimos años del siglo XIX: asesinatos en patronales y sindicatos, atentados anarquistas, bomba en el Liceo y represalias… El ambiente golpeó el temperamento de Casas, aunque aquella inestabilidad coincidió con una etapa de efervescencia cultural.

El garrote vil (1894) representa justamente una ejecución pública, contemplada con fascinación por una multitud abigarrada. Casas se convierte en cronista de un acontecimiento social, pero su planteamiento es distinto al de Solana, aquel de tintes más goyescos. Casas prefería vincularse a la pintura naturalista europea.

Ramón Casas. El garrote vil, 1894. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Ramón Casas. El garrote vil, 1894. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Su desnudo Flores deshojadas (1894) es un ejemplo de la modernidad de Casas, por su planteamiento peculiar. Como Degas, busca el catalán abordar el cuerpo desde puntos de vista insólitos; su posición causa impacto erótico, pese a no descubrir la sexualidad de la modelo. La sensualidad reside en lo inaudito del enfoque.

Ramón Casas. Flores deshojadas, 1894. Colección privada
Ramón Casas. Flores deshojadas, 1894. Colección privada

Una de sus creaciones más célebres es Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem (1897). Conviene recordar que la bicicleta es una creación del siglo XIX, muy difundida en el primer tercio del XX; en esta escena, urbana y llena de modernidad, Casas y Romeu aparecen equipados con pantalones con pinzas y sombreros para esquivar el calor, y por sus mochilas parecen excursionistas.

Por entonces, Toulouse-Lautrec también realizaba carteles en esta línea: era una etapa de intenso desarrollo de la publicidad, que exigía modos de pintar más sintéticos. Mientras Toulouse se servía de estampas japonesas por su planitud, pues le permitían abordar originales puntos de vista, la obra de Casas resulta más estilizada, naturalista e incluso más caricaturesca.

Ramón Casas. Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem, 1897. MNAC, Barcelona
Ramón Casas. Ramon Casas y Pere Romeu en un tándem, 1897. MNAC, Barcelona

En La carga (1899-1900) pintó Casas la carga de la Guardia Civil ante una manifestación obrera, dentro de un panorama urbano, poblado de chimeneas de fábricas, indicativas de una nueva Barcelona industrial y populosa. Su mirada es casi la de un fotógrafo que capta la historia moderna: algunas de sus obras pueden compararse a instantáneas de acontecimientos periodísticos.

Ramón Casas. La carga, 1899. Museo Comarcal de La Garrocha
Ramón Casas. La carga, 1899-1900. Museo Comarcal de La Garrocha

El retrato de Montserrat Carbó (1888) testimonia la faceta del pintor como retratista casi oficial de la burguesía catalana; llegó Casas a intervenir en la decoración de edificios emblemáticos como el Liceo.

Este es un retrato de tradición postmanetiana, al estilo de Whistler, Sargent… y de la Belle Époque.

Más íntimo y castizo es el de la Trini (hacia 1916). Su verdadero nombre era Júlia Peraire. Unos y otros marcaron época.

Ramón Casas. Retrato de Montserrat Carbó, 1888. MNAC, Barcelona
Ramón Casas. Retrato de Montserrat Carbó, 1888. MNAC, Barcelona
Ramón Casas. La Trini, hacia 1916. MNAC, Barcelona
Ramón Casas. La Trini, hacia 1916. MNAC, Barcelona

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