El rebobinador

Cuando Christo y Jeanne-Claude envolvían costas y valles

Christo y Jeanne-Claude consiguieron envolver, ya sabemos, una ingente cantidad de objetos y construcciones con tejidos corrientes; todo lo cubrieron: botellas, latas, cajas, barriles, estatuas y museos al completo. En sus primeros ejercicios de estas cubriciones, en los sesenta, los objetos cotidianos se vestían también de ambivalencia: aquella modificación podía convertir lo más cercano en irreconocible; hay que subrayar, además, que el envoltorio no se ceñía a las demandas del diseño del producto, sino a la improvisación del trabajo con pliegues y nudos, que daba lugar a superficies de perfiles no regulares.

La pareja (nacidos ambos el 13 de junio de 1935) aplicaba los materiales directamente sobre las piezas, calculando sus zonas convexas o redondas y, por último, atando el resultado con cuerdas. Solo tras emprender sus primeras propuestas a gran escala, fuera de paredes y galerías, comenzaron a poner en cuestión nuestra percepción del entorno natural o urbano, como hicieron en 1961 en Dockside Packages en Colonia o, en 1968, en 5.600 Cubicmeter Package en Kassel: el meollo del asunto es que todo lo que está tapado recibe una atención que nunca cosecharía de no presentarse cubierto.

Las primeras noticias de su intención ambiciosísima de cubrir varios kilómetros de costa australiana al sudeste de Sidney propiciaron, a fines de los sesenta, un intenso debate sobre las relaciones entre arte y naturaleza; antes los artistas habían recibido una beca del coleccionista John Kaldor, que quedó más que sorprendido cuando, como materialización de esa ayuda, no le propusieron una exhibición de sus trabajos, sino esta iniciativa, Wrapped Coast (1968-1969). Aún así, Kaldor se animó a convertirse en coordinador del proceso: tras localizar un tramo de costa apropiado en Little Bay y superar las trabas burocráticas, tuvieron que enfrentarse a las protestas de los ecologistas y ganarse la confianza de la opinión pública, de entrada reticente.

Christo y Jeanne-Claude. Wrapped coast, 1968-1969
Christo y Jeanne-Claude. Wrapped coast, 1968-1969

La bahía elegida por Jeanne-Claude y Christo se encontraba a algo más de 14 kilómetros de Sidney y se intervino sobre una longitud de costa de 2.400 metros y de entre 46 y 244 metros de altura. Si, en los acantilados del norte, el envoltorio alcanza los 26 de altura, al sur quedaba sobre una playa de arena. Experimentaron con distintos tejidos sintéticos para la cubrición hasta optar por uno ligero de propileno, resistente, permeable y usado a menudo para combatir la erosión; necesitaron más de 90.000 metros cuadrados de material, 56 kilómetros de propileno sujetaron el tejido a las rocas y 15 escaladores profesionales y muchos asistentes dedicaron hasta 17.000 horas de trabajo a recubrir el terreno, enfrentándose al viento.

Las cifras son poderosas, pero a duras penas sugieren las elevadas dificultades técnicas y los costes del proyecto; hay que pensar que solo la confección, la costura y el transporte del material multiplicaron varias veces el presupuesto inicial. Para financiar Wrapped Coast, los artistas tuvieron que recurrir a la venta de estudios preliminares, collages, dibujos y maquetas, procedimiento habitual en su caso.

La fecha de inauguración fue el 28 de octubre de 1969 y la costa permaneció envuelta durante cuatro semanas. Para quienes la visitaron, el paseo sobre el envoltorio fue una experiencia a recordar: el tejido reflejaba el sol y deslumbraba; era elástico y blando, húmedo y liso junto al mar y el terreno, desigual y pedregoso, propiciaba las caídas. En definitiva, mar, cielo, sol y viento, contemplados desde el centro del envoltorio, parecían irreales; el espectador los contemplaba desde un paisaje del todo sintético, de plástico opaco.

Christo y Jeanne-Claude. Wrapped coast, 1968-1969
Christo y Jeanne-Claude. Wrapped coast, 1968-1969

Menos de un año después, en el verano de 1970, Christo y Jeanne-Claude prepararon un telón para un valle. Habían tratado de localizar a las afueras de Aspen, en Colorado, el idóneo para colgar sobre él una gran tela naranja, color con el que buscaban ofrecer la mayor armonía posible con el entorno natural (en consonancia, igualmente, con el significado de Colorado en español). Terminaron encontrando el emplazamiento idóneo para su Valley Courtain (1970-1972) en una garganta en la cordillera de Grand Hogback, en las Montañas Rocosas, unos kilómetros al norte de Rifle.

Los preparativos tanto teóricos como logísticos se iniciaron en el otoño: solicitud de permisos, atención a la prensa, contratos con los dueños de los terrenos, con empresas y autoridades… La financiación, de nuevo alta, la puso Valley Courtain Corporation, una empresa constituida específicamente para ese fin cuyos fondos procedían, igualmente, de la venta de dibujos, collages y maquetas de esta obra, también de trabajos de Christo fechados en los cincuenta y sesenta.

Los obstáculos no se hicieron esperar: los hubo sobre todo con la primera empresa contratada y con las autoridades, especialmente con el Departamento Estatal de Tráfico, que debía conceder el permiso para trabajar sobre la carretera que recorría el valle. Era octubre de 1971 cuando pudo tenderse el telón finalmente, pero… se abrió demasiado pronto y acabó hecho jirones, por eso el proyecto final se pospuso hasta 1972, confeccionándose una tela nueva.

Christo y Jeanne-Claude. Valley Courtain, 1970-1972
Christo y Jeanne-Claude. Valley Courtain, 1970-1972

El espectáculo, cuentan, fue impresionante cuando el 10 de agosto de 1972 se tensó el último de los 27 cables que sostenían los casi 13.000 metros de nylon naranja. Aficionados al arte, coleccionistas, curiosos, críticos y periodistas esperaban con impaciencia el momento, pero también habría, horas después, contratiempos. Una tormenta obligó a desmontar la instalación, ya que el telón amenazaba con convertirse en una gran vela con capacidad infinita de tracción.

El coordinador de Valley Courtain, Jan van der Marck, explicó las complicaciones: Nadie, excepto los artistas y los ingenieros, había previsto las fuerzas a las que iba a enfrentarse el telón: la más ligera brisa bastaba para que se tensase y los cables chirriasen. Con vientos de veinte nudos, la presión sobre la tela equivalía a la potencia necesaria para propulsar dos trasatlánticos a toda máquina.

Aquellas trabas, sin embargo, no suponían para Jeanne-Claude y Christo ningún deslucimiento de sus ideas: los 28 meses de construcción formaban parte del proyecto desde su comienzo.

Christo y Jeanne-Claude. Valley Courtain, 1970-1972
Christo y Jeanne-Claude. Valley Courtain, 1970-1972

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