El gran juego del arte del siglo XX

La Fundación Juan March explora la influencia de las pedagogías educativas decimonónicas en el arte del siglo XX

Madrid,

Quienes os dedicáis a la enseñanza probablemente hayáis oído hablar de Johann Heinrich Pestalozzi, pedagogo suizo que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX y que defendió la conveniencia de una buena educación para luchar contra la pobreza y también que aquella había de consistir, más que en suministrar a los niños conocimientos dados, en darles la oportunidad de aprender por sí mismos, porque la formación es solo una parte del proceso educativo. La cuestión es que Pestalozzi desarrolló diversas ideas pedagógicas estructuradas conforme a las distintas ramas de la enseñanza, siendo una de ellas la de la forma: proponía ofrecer a los niños ideas sencillas sobre formas y materiales, enseñarles a describirlos para que fueran conscientes de sus modos de percibir y también invitarlos a dibujar los objetos que les eran cercanos.

Su método, en este caso, se basaba en instruirlos para distinguir la forma de cada objeto, sus proporciones y su tamaño antes de que lo reprodujeran; sus teorías se difundieron muy ampliamente y, en los alrededores de 1900, era tremendamente común que, al menos en Occidente, los niños que acudían a la escuela dibujasen con insistencia círculos y cuadrados. Como los que en, la década de los diez, llevarían a Malévich a plantear una pintura sin simbología que no pretendía otra cosa que ser expresión de sí misma.

Otro pedagogo que contribuyó a que la educación y sus métodos se transformaran de forma revolucionaria en el siglo XIX -era su intención- fue el alemán Friedrich Fröbel, el creador de la enseñanza preescolar y de los jardines de infancia. Consideraba que la educación había de desarrollarse a través de actividades, juegos y tareas y que el maestro tenía que ser un guía firme, pero también debía tratar a sus alumnos en un clima de libertad. Defendía que el verdadero desarrollo personal procedía de las actividades espontáneas y no tanto de las regladas y consideraba que, en la primera infancia, el juguete era un instrumento esencial para una educación que ya no quedaba restringida, por tanto, a las aulas.

Fröbel, hombre romántico y convencido luterano, elaboró en realidad un programa educativo integral, pero sus propuestas más extendidas han sido las relativas a los jardines de infancia -Le Corbusier acudió ya a uno de ellos- y a la importancia del juego en esa etapa.

No es el propósito de esta exposición ofrecer una visión del arte contemporáneo desde una perspectiva infantil, sino subrayar que la niñez de los grandes artistas no quedó sepultada en su obra y que el juego puede ser y ha sido una poderosa fuente creativa.

El estudio de las teorías de estos y otros pedagogos llevó al escultor Juan Bordes a plantear como posible factor explicativo y contextualizador de parte del arte del siglo XX (uno más entre los abordados; ninguno de ellos capaces, como debe ser, de diluir el misterio) ese eslabón perdido de la infancia, de la educación recibida en la niñez y la juventud y del juego. Sus conclusiones las volcó en 2007 en el libro La infancia de las vanguardias: sus profesores desde Rousseau a la Bauhaus, en el que, además, daba cuenta de la importancia capital de la renovación del dibujo en el siglo XIX para los posteriores devenires del resto de las artes y la consideraba una consecuencia de los nuevos métodos de enseñanza y los juegos educativos.

Hemos empezado refiriéndonos a Pestalozzi y Fröbel, pero, en realidad, el origen de la gran transformación educativa decimonónica -Bordes cree que el siglo XX no alcanzó un desarrollo semejante en cuanto a avances pedagógicos y apunta a considerar una posible regresión actual- se sitúa en Rousseau, quien ya a mediados del XVIII había publicado su programa para la educación general del niño y se refería al dibujo como una disciplina tan necesaria como la lectura o las matemáticas. Sus ideas no comenzarían a aplicarse hasta un siglo más tarde.

Hace nueve años, la muestra “Los juguetes de las vanguardias” del Museo Picasso de Málaga (Bordes colaboró en su presentación) enlazó infancia y arte contemporáneo, pero lo hizo sobre todo a partir de construcciones y objetos para el juego creados por artistas; la exposición que la Fundación Juan March ha abierto hoy al público en Madrid, “El juego del arte. Pedagogías, arte y diseño”, se adentra en este asunto yendo más allá: buscando y encontrando ecos, a veces explícitos, de la primera educación, de los primeros juegos y también del ambiente cotidiano en obras de arte no concebidas, no explícitamente, para la manipulación infantil ni para la percepción solo lúdica. Además, el rango temporal de esa exploración se amplía hasta finales del siglo pasado.

Georges Braque. El vaso, 1918. Colección particular Louis Prang. Prang´s Models for Form Study and Drawing, hacia 1860. Colección Juan Bordes
Georges Braque. El vaso, 1918. Colección particular.
Louis Prang. Prang´s Models for Form Study and Drawing, hacia 1860. Colección Juan Bordes

Puede ser -nos plantea este proyecto, nacido de una extensa investigación- que el arte del siglo XX sea tan radicalmente distinto al de los siglos anteriores (mucho más que el de las centurias pasadas entre sí) porque sus autores han recibido una educación que tampoco tenía nada que ver con la de sus antecesores. Este punto de vista convierte algunos manuales infantiles en material atómico y a los educadores (a ellos se dedica en parte la muestra, aunque no se haga explícito) en generadores potentísimos de creatividad e innovación.

Conviene hacer hincapié en el enfoque, como ha subrayado hoy Manuel Fontán, Director de Exposiciones de la Fundación: no es el propósito de esta exposición ofrecer una visión del arte contemporáneo desde una perspectiva infantil, sino subrayar que la niñez de los grandes artistas no quedó sepultada en su obra y que el juego puede ser y ha sido una poderosa fuente creativa. En algún caso, se demandará al espectador observación atenta, la necesaria para entrelazar piezas artísticas y juegos educativos; otras veces, las similitudes formales son evidentes e incluso contamos con respaldo documental que prueba que algunos autores se educaron conforme a las nuevas pedagogías.

Piet Mondrian. Composición en rojo, azul, negro, amarillo y gris, 1921. Gemeentemuseum Den Haag María Montesorri. Bloques matemáticos para realizar ejercicios de psicoaritmética, hacia 1890. Colección Juan Bordes
Piet Mondrian. Composición en rojo, azul, negro, amarillo y gris, 1921. Gemeentemuseum Den Haag
María Montesorri. Bloques matemáticos para realizar ejercicios de psicoaritmética, hacia 1890. Colección Juan Bordes

Cuatro secciones articulan la exposición y la primera, Un museo sintético del arte moderno, nos sirve de introducción al resto. A través de obras de Picasso, Klee, Kandinsky, Sonia Delaunay, o Hans Richter podremos encontrar sintetizados varios ismos de vanguardia, piezas canónicas de lo que hoy entendemos por arte contemporáneo. Y se exhiben en paredes blancas y en la atmósfera pretendidamente objetiva y neutra de los museos de arte reciente, que nos invita a prestar atención a lo radicalmente novedoso de sus formas, pero no a su contexto primigenio.

El segundo apartado, La infancia de los artistas, supone una auténtica vuelta de tuerca: tras recordarnos qué edad tenian algunas de esas figuras esenciales de la vanguardia en 1900, busca en manuales y materiales escolares el origen de las formas que hemos visto antes, partiendo de los más representativos de las nuevas pedagogías del XIX, consolidadas en los Kindergarten de Fröbel. A continuación, La educación como juego y el arte moderno compara monografías, manuales de dibujo y juegos educativos también del siglo XIX y de inicios del XX con obras de arte de este último siglo y se confunden aquí si no miramos las cartelas, significativamente, arte, juego y activismo. Destacan los ejercicios y dibujos, las manualidades y aplicaciones del sistema citado de los jardines de infancia.

Y la última sección, La educación y el arte como juego, cuenta con un amplio elenco de documentación y trabajos artísticos (libros infantiles y juegos virtuales incluidos), fechados a partir de la II Guerra Mundial, que refuerzan esa idea de que el arte del siglo XX puede llegar a equipararse a un gran juego sin que ello implique en sí una pizca de banalidad. Más bien da lugar, en las piezas seleccionadas, a una invitación a revisar los principios canónicos de las artes, los modos en que hemos sido educados y educamos.

A estas alturas, seguro que algunos habéis recordado a Groucho Marx ante un informe de tesorería en Sopa de ganso: antes de mirarlo, se muestra seguro de hacerse con él (Claro que lo entiendo. Incluso un crío de cuatro años podría entenderlo). Después, no tanto (Busquen a un niño de cuatro años).

Frank Lloyd Wright. Ventana del Hotel Lake Geneva, hacia 1902. Colección Autric-TamayoEl arte de la parqueteria, segunda mitad del siglo XIX. Colección Juan Bordes
Frank Lloyd Wright. Ventana del Hotel Lake Geneva, hacia 1902. Colección Autric-Tamayo
El arte de la parquetería, segunda mitad del siglo XIX. Colección Juan Bordes

 

 

“El juego del arte. Pedagogías, arte y diseño”

FUNDACIÓN JUAN MARCH

c/ Castelló, 77

Madrid

Del 22 de marzo al 23 de junio de 2019

 

2 respuestas a “El gran juego del arte del siglo XX”

  1. Stella Rizo Gil

    Muy interesante el tema y la investigacion de la Fundación Juan March sobre el juego del arte , pedagogias y diseño. En mi caso particular siendo artista y docente, siempe he desarrollado mi actividad relacionando el juego como el resultado de los trabajos creativos de mis estudiantes..Me gustaria buscar mas informacion sobre el tema ,para poder desarrollar mi propuesta en la obra que estoy creando …Gracias

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    • masdearte

      Hola, Stella. El libro de Juan Bordes que mencionamos (La infancia de las vanguardias: sus profesores desde Rousseau a la Bauhaus) puede ser un punto de partida. En algunas librerías está descatalogado, pero quizá en bibliotecas puedas encontrarlo. El catálogo de esta exposición también podría serte de ayuda, creemos que se publicó unos días después de su apertura. Un saludo.

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