El gran teatro chino

El Museo Guggenheim revisa el arte en el país desde 1989

Bilbao,

Salvo excepciones mediáticas como Cao Fei, Ai Weiwei, Cai Guo-Qiang o el muy cotizado Zhang Daqian, el arte chino reciente continúa siendo, en buena medida, desconocido para el público occidental en sus manifestaciones menos espectaculares o políticas. Con el propósito de clarificar el rol que los creadores del país desempeñan en la escena internacional y también lo que tienen y no tienen que ver con la eclosión económica china, el Museo Guggenheim Bilbao presenta, desde hoy y hasta septiembre, “Arte y China desde 1989: El teatro del mundo”.

Comprende trabajos fechados entre 1989, año de la matanza de Tiananmen, y 2008, cuando se celebraron las Olimpiadas de Pekín: performances, fotografías, instalaciones, pinturas y vídeos. Se presta especial atención a las prácticas conceptuales y a las conexiones, desde perspectivas críticas o analíticas, de la creación de este periodo con su contexto histórico y social: la Guerra Fría, la globalización o la irrupción de China como potencia económica.

Seis secciones articulan la exposición, que ocupa al completo la segunda planta del Guggenheim, ha sido comisariada por Alexandra Munroe y cuenta con piezas cedidas por instituciones y coleccionistas de todos los continentes. Abre fuego la que le da título: El teatro del mundo es una instalación de Huang Yong Ping, que aquí se acompaña de otro de sus trabajos, El Puente, ambos fechados a mediados de los noventa y alusivos a las ideas taoístas sobre el cosmos, a las de Foucault sobre lo que la modernidad tiene de prisión y a los debates sobre las bondades y maldades de la globalización. Junto a ellos podremos contemplar otro teatro del mundo, este mapeado por Qiu Zhijie, por encargo del Guggenheim. Ilustra la historia cultural de China desde los ochenta y de él forman parte muchas de las piezas que ahora se exhiben en Bilbao.

Qiu Zhijie. Mapa de El teatro del mundo, 2017
Qiu Zhijie. Mapa de El teatro del mundo, 2017. Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York
Gu Dexin. Piezas de plástico-287, 1983-1985
Gu Dexin. Piezas de plástico-287, 1983-1985

En el año en que comienza el recorrido de la muestra, 1989, además de las protestas de Tiananmen, tuvo lugar en China otro hecho excepcionalmente importante en lo artístico: la exposición “China/Avant-garde”, que pudo verse en la Galería Nacional de Arte de Pekín y que se promocionó con el símbolo que en tráfico se interpreta como “prohibido cambiar de sentido”. Estaba dedicada al arte conceptual y experimental que floreció en este país en los ochenta, auspiciado por el medido aperturismo de Deng Xiaoping. Al Guggenheim han llegado obras que formaron parte de aquella exposición, como Piezas de plástico – 287 de Gu Dexin, que el artista quemó hasta hacer de ellas formas abstractas. En relación con la tragedia de Tiananmen, veremos Nuevo Pekín de Wang Xingwei, en la que las figuras de dos pingüinos heridos sustituyen a estudiantes en la célebre imagen en la que estos eran trasladados al hospital en triciclo tras ser heridos.

Esos sucesos, más a largo que a corto plazo, transformaron China y también supusieron un revulsivo para sus artistas, que desde entonces evolucionaron hacia prácticas analíticas y conceptuales a la hora de cuestionar el autoritarismo. Lo vemos en vídeos como Agua, de Zhang Peili, y Hoy no hay agua, de Wu Shanzhuan, réplicas sagaces de los sistemas artísticos que buscaban subvertir.

La gira primaveral de Xiaoping por China promoviendo la liberalización económica en 1992, año que podemos considerar como el inicio de la frustración popular ante el derrumbe de las ilusiones por una transición a la democracia que nunca llegó, también tuvo evidente eco artístico. El nuevo autoritarismo liberal y su distancia respecto a las pretensiones sociales lo captaron pintores realistas como Yu Hong (Testigo del crecimiento) o el colectivo Elefante de Gran Cola. También el performer Lin Yilin, que, en Maniobras seguras atravesando la calle Linhe montó y desmontó paredes de cemento sin ser apenas percibido por los paseantes, acostumbrados a un continuo marasmo constructivo.

Lo conceptual y la crítica política posmoderna serían los componentes básicos también de la creación china a mediados de esa década de los noventa, a través tanto de la performance como del videoarte o la fotografía. Ai Weiwei acababa de regresar entonces a su país desde Nueva York y en una de sus performances más recordadas, Dejar caer una vasija de la dinastía Han, propuso una crítica gestual a los valores tradicionales, especialmente reivindicativa dado que en China siempre han tenido un profundo peso. Junto a este proyecto, se expone Placer incierto II de Zhang Peili, que podemos relacionar, por época y propósitos, con los que desarrollaban los Young British Artists: una docena de monitores nos ofrecen manos rascando piel.

Ai Weiwei. Dejando caer una vasija de la dinastía Han, 1995. Cortesía de Ai Weiwei Studio
Ai Weiwei. Dejando caer una vasija de la dinastía Han, 1995. Cortesía de Ai Weiwei Studio

La exposición del Guggenheim presta atención tanto a los artistas chinos que han trabajado en el país como a los que, por razones de exilio o no, lo hicieron en el extranjero. También a los que han cosechado mayor eco en muestras y bienales internacionales, como Chen Zhen, representado en Bilbao con su Alumbramiento apresurado, relativo al crecimiento económico sin aparentes fisuras del nuevo tiempo: muestra un dragón retorcido sufriendo los dolores de la globalización; o Cai Guo-Qiang, que presenta aquí un dibujo realizado con su habitual pólvora pensado para preparar un proyecto de iluminación de la montaña de Santa Victoria cezanniana que fusionase Oriente y Occidente.

La celebración en Pekín de los Juegos Olímpicos de hace ahora una década bajo el lema “Un mundo, un sueño”, supuso por un lado la ratificación de China como potencia global y, por otro, un punto culmen del escepticismo de sus artistas hacia el régimen. La exposición se cierra con propuestas destinadas a generar cambios sociales, online, offline y a menudo utópicas, como la que llevó a generar la primera comunidad de artistas online en China o el proyecto de Cao Fei RMB City, una ciudad china distópica en la plataforma Second Life. Y las tres piezas finales conmemoran, por su parte, las tres décadas que en 2019 habrán transcurrido desde la matanza de Tiananmen, destacando entre ellas la instalación de Gu Dexin 2009 – 05 – 02, que consta de treinta y ocho paneles en las que se repiten las confesiones de las barbaridades cometidas entonces, entre ellas esa histórica frase de hemos comido a la gente.

Wang Guangyi. Mao Zedong: Cuadrícula roja n.º 2 ( Mao Zedong: Red Grid No. 2 ), 1988. M+, Sigg Collection, Hong Kong
Wang Guangyi. Mao Zedong: Cuadrícula roja n.º 2 ( Mao Zedong: Red Grid No. 2 ), 1988. M+, Sigg Collection, Hong Kong

 

“Arte y China después de 1989: El teatro del mundo”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2

Bilbao

Del 11 de mayo al 23 de septiembre de 2018

 

 

 

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