Eduard Angeli: pintar el silencio de memoria

La Albertina muestra sus vaciedades

Viena,
Eduard Angeli. Bar, 2006
Eduard Angeli. Bar, 2006

Acaba de cumplir setenta y cinco años y desde hace más de cincuenta viene dedicándose, casi en exclusiva, a representar espacios silenciosos teñidos de melancolía, pero Eduard Angeli ha evolucionado mucho en las maneras de abordarlos: en los setenta y los ochenta lo hizo bañando sus pinturas de luz y de colores vivos y desde los noventa prefirió la quietud que aportaban a sus obras la oscuridad y las sombras. Aquel cambio coincidió con su decisión de trabajar sobre todo en Venecia.

Coincidiendo con su aniversario, la Albertina le dedica una retrospectiva que repasa sus pinturas y dibujos desde los sesenta hasta hoy y que hace hincapié en que la soledad y el silencio que irradian sus obras tienen un carácter tan utópico (dada la primacía del ruido y la luz en nuestras ciudades, de día o de noche) como amenazante para el espectador urbano de hoy.

La muestra articula la producción de Angeli en tres fases y sitúa la primera a partir de la década de los setenta, cuando trató asuntos políticos, como el colonialismo o el militarismo en Turquía, introduciendo en sus composiciones un número bien escaso de figuras humanas. Aquellas imágenes sencillas darían paso a la soledad de los espacios vacíos por completo, y también a formatos mayores con el transcurso del tiempo y a la primacía del pastel, su técnica predilecta. Nunca la ha empleado ni trabajando en bocetos ni para crear desde la espontaneidad, sino para elaborar piezas autónomas de dimensiones enormes, prácticamente inauditas en la historia de los dibujos al pastel.

Eduard Angeli. Canal, 2007
Eduard Angeli. Canal, 2007

Entre finales de los ochenta y principios de los noventa representó sobre todo objetos de uso cotidiano, como cuchillos o altavoces, insertos en paisajes silenciosos o entornos desnudos. Por su extraña magia y por remitir a estados de ánimo concretos, estas obras se han vinculado a menudo con la metafísica de De Chirico.

Aquel silencio dominante, hecho presente mediante el vacío, se mantendría también en sus posteriores paisajes urbanos, que nunca pintó al aire libre ni desde la cercanía a las vistas que representaba, sino a partir de su memoria prodigiosa, avalada alguna vez por fotografías. En sus viajes ha realizado Angeli cientos de instantáneas que le servían para trasladar después pictóricamente lo observado desde una óptica muy personal, inventando o reflejando, según los casos, atmósferas de quietud absoluta y casi mortuoria, sobre todo en sus estampas dedicadas a Venecia, Estambul o San Petersburgo.

En la pintura del austriaco las ciudades inundadas por los turistas se rompen por sus costuras, su actividad y consumo estallan. Le interesa captar lo que en ellas es invisible, no lo visible manido. Sus ciudades son casi naturalezas muertas en las que no tienen cabida los detalles ni las anécdotas. La soledad es monumental.

Eduard Angeli. The Roman Anatomy, 1986
Eduard Angeli. The Roman Anatomy, 1986

 

Eduard Angeli. Latticework, 2014
Eduard Angeli. Latticework, 2014

 

“Eduard Angeli”

ALBERTINA

Albertinaplatz 1

1010 Viena

Del 5 de abril al 25 de junio de 2017

 

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