La obra de Belén Rodríguez es difícil de definir y ella ha elegido que sea así: del mismo modo que entiende el arte más como actitud y como forma de vida que como producción, tampoco busca dar a su obra una forma definida, sino provocar que esta derive de contextos temporales y espaciales, de procesos de trabajo basados en acciones aprendidas a los que el momento imprime una identidad.
No podemos hablar, en sus piezas, de temáticas definidas, más allá del cuestionamiento de la idea de arte, más bien del arte como idea, y tampoco sus procedimientos formales son constantemente los mismos, aunque eso sí, los materiales con los que trabaja proceden siempre de la cotidianidad y los montajes de las exposiciones que presenta forman parte de sus mismas obras: al contemplarlas debemos pensar siempre que su presentación implica unas intenciones concretas.
Vallisoletana nacida en 1981, Belén suele buscar prolongar formas en el terreno de las tres dimensiones e incorporar referencias a nuestros entornos habituales (según comentó para el Archivo de Creadores de Madrid, porque no es necesario inventar nada, todo está ahí fuera), y para ello esculpe, pero esculpe con telas, dando lugar a piezas tridimensionales que debemos calificar como esculturas pero que desafían este formato al hacerse evidente su fragilidad.
Muy a menudo, acompaña esas obras de vídeos, fotografías o dibujos en los que aplica, si nos fijamos bien, técnicas semejantes, utilizando papeles, hilos o tejidos para probar que los límites de unas y otras disciplinas son los que el artista quiera darle y que no hace falta emplear objetos ni materiales sofisticados para subvertirlas.
Tras presentar muestras individuales, desde hace una década, en la Galería Estampa, la Josh Lilley Gallery de Londres, el Österreichisches Künstler Atelier de Tokyo, la Das Weisse Haus de Viena y la Academia de España en Roma, Belén regresa a la capital de la mano de la Galería Bacelos, que desde el pasado 15 de septiembre (coincidiendo con APERTURA) y hasta el 12 de noviembre, presenta “Rodríguez”.
En este proyecto, concebido para la que es su primera individual en este espacio, encontramos de nuevo telas que ella trabaja, como decíamos, como esculturas, pero que también incorporan una evidente visión libre y muy personal de lo pictórico: algunas se exhiben de modo más tradicional y próximo a la propia pintura, otras cubren bastidores y en algunos casos su presentación se aproxima a la de las instalaciones.
