Barbara Hepworth, perded la rigidez

La Tate Britain presenta su mayor retrospectiva en medio siglo

Londres,
Barbara Hepworth. Fotomontaje de Helicoids in Spherem 1938, y de la entrada de los Doldertal apartments de Zurich por Alfred y Emil Roth con Marcel Breuer. Architectural Review © Bowness, Hepworth Estate
Barbara Hepworth. Fotomontaje de Helicoids in Spherem 1938, y de la entrada de los Doldertal apartments de Zurich por Alfred y Emil Roth con Marcel Breuer. Architectural Review © Bowness, Hepworth Estate

Más de un centenar de obras de Barbara Hepworth, desde sus esculturas más célebres hasta las menos conocidas, forman parte hasta el 25 de octubre de una extensa retrospectiva que la Tate Britain dedica a la que fuera una de las grandes figuras del movimiento moderno en Gran Bretaña en los años treinta y también uno de las grandes escultoras de los cincuenta y los sesenta. Las lecciones de arte egipcio que recibió en el colegio y las escarpadas rocas del condado de Yorkshire en el que nació fueron para ella la piedra de toque para comenzar a esculpir.

Introductora, junto a su amigo Henry Moore, del agujero en las obras tridimensionales, y defensora de la importancia de la tactilidad de su medio (creía Hepworth que toda escultura debía ser tocada y que ante ella hay que abandonar la rigidez, desplazarse, alejarse y acercarse), la británica concedió tanta importancia a los materiales con los que elaboraba sus trabajos –sobre todo la madera y el bronce– como al espacio que creaba en torno a ellos y en ellos mismos, atravesando las piezas.

La muestra que hace dos días inauguró la Tate Britain presta atención a los distintos contextos y espacios en los que Hepworth desarrolló y presentó su producción, desde el estudio hasta el paisaje, y su recorrido comienza con ejemplos de sus tallas tempranas fechadas en la década de los veinte, como las de su serie Doves (1927). Podrán contemplarse junto a obras de predecesores y colegas como Jacob Epstein o el propio Moore y de otros artistas contemporáneos menos conocidos para el gran público, y al comparar piezas de unos y otros y contextualizarlas, podremos apreciar cómo trabajos como Figure of a Woman (1929-1930) de Hepworth se relacionan con una tendencia común de talla de la piedra y de madera en el periodo de entreguerras.

Las lecciones de arte egipcio que recibió en el colegio y las escarpadas rocas del condado de Yorkshire en el que nació fueron para ella la piedra de toque para comenzar a esculpir

En el periodo en que la artista convivió en Londres junto a su segundo marido, Ben Nicholson, ambos llevaron a cabo obras en diálogo. De esa etapa datan esculturas importantes en el catálogo de la escultora, como Kneeling Figure (1932) o Large and Small Form (1934), que en Londres pueden verse junto a pinturas  y dibujos de Nicholson y dibujos, collages, obras textiles y fotos del matrimonio junto a sus trabajos en los que queda claro que ambos defendían la comunión entre el arte y la vida con el ejemplo.

Ya a finales de los treinta, en línea con el desarrollo de la vanguardia internacional en torno a exposiciones y revistas, Hepworth se decidió por la creación de obras puramente abstractas. La mayoría de sus tallas de este momento forman parte de la antología de la Tate, como Discs in Echelon (1935) y Single Form (1937-8), y junto a ellas se exhiben publicaciones en las que la producción de Hepworth se analizaba junto a la de Piet Mondrian o Giacometti.

Barbara Hepworth. Pelagos, 1946
Barbara Hepworth. Pelagos, 1946

Single Form, elaborada en madera, inspiraría años después el que fue su proyecto más ambicioso, una escultura del mismo nombre encargada por la ONU realizada esta vez en bronce y con más de seis metros de altura. En ella, un agujero permite dejar pasar a través de la pieza, simbólicamente, la luz del mundo. En Londres se exhiben imágenes del proceso creativo de la obra, cuyo original puede verse en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.

A mediados de los cuarenta y residiendo en St Ives, comenzó a desarrollar trabajos en madera como respuesta a la influencia de ese nuevo entorno. Entre ellos destaca Pelagos (1946), un canto rodado agujereado sobre el que aplicó cuerdas de guitarra que se complementa en la exposición con obras abstractas en papel, con sus figurativos “hospital drawings”, de 1947-1948, y con fotografías que dan fe de los muy distintos espacios en los que Hepworth presentó sus esculturas, o imaginó hacerlo -en escenarios arquitectónicos, en la naturaleza, en salas expositivas o en teatros- y del impacto que ese entorno podría originar en nuestra percepción de las piezas.

El punto culminante de la carrera de Hepworth, y también de esta muestra, lo encontramos en un suntuoso conjunto de cuatro esculturas en madera africana de guarea, reunido también en la Tate. También se incluyen bronces que formaron parte de su retrospectiva de 1965 en el Kröller Museum.

 

 

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