Hijo de padre pintor, tras la muerte de su padre se traslada a Madrid junto a su madre: aquí comienza su formación junto a Pedro de las Cuevas, teniendo como compañeros de estudio a Juan Carreño de Miranda, Francisco Camilo y Jusepe Leonardo entre otros. Su obra inicial está muy marcada por la de artistas como Vicente Carducho, así como por la de maestros de corte. Protegido del miembro del Consejo Real, Francisco de Tejada, más tarde es el pintor Giovanni Battista Crescenzi quien lo acoge bajo su tutela, formándolo y dándole a conocer a otros artistas gracias a su soberbia colección de pintura. Tras la muerte de Crescenzi en 1635 desarrolla una pintura religiosa ampliamente documentada, llegando a realizar retablos de altar y otras de menor escala, probablemente para clientela privada. Destaca su Inmaculada Concepción (1637), realizada para el Convento de los Felipenses de Alcalá de Henares de Madrid. Sus obras se caracterizan por combinar la precisión de los maestros flamencos, con el rico colorido de la escuela veneciana. Con el tiempo alcanza gran reconocimiento como autor de bodegones, consiguiendo con su obra El sueño de la vida o La vida es sueño (1655, Real Academia de San Fernando, Madrid), centrar interés en el desarrollo de la pintura de vanitas, género que influyen en pintores como Valdés Leal.