Quienes ya conocéis a Alicia Martín sabéis que el libro es la materia prima de su trabajo y que lo ha declinado en formatos muy diversos, desde el más obvio de la fotografía hasta el dibujo, la instalación, la escultura o incluso la animación. Por eso, aunque sus obras sean claramente reconocibles, no resultan repetitivas: cada una busca, en principio, seducir al espectador a través de un impacto visual evidente y, una vez atrapado, llevarlo a plantearse reflexiones de índole social y cultural o relacionadas con nuestros nexos con lo pasado y lo futuro a través del soporte que nos liga con uno y otro tiempo, anterior y venidero, de forma más estrecha.
Todos son un conjunto de páginas encuadernadas, pero Martín exprime al máximo el simbolismo de los libros como medio de transmisión cultural a lo largo de los siglos, como objeto vivo que, en su misma fisicidad, habla de la evolución humana, como reflejo directo de las preocupaciones sociales y, desde luego, como objeto susceptible de interpretarse desde postulados artísticos. Los proyectos de esta artista madrileña tienen una evidente carga conceptual, no buscan la belleza aunque la logren, y parten de la intuición, tanto en su lenguaje plástico como en las cuestiones que suscitan.
“Retrato de artista”, la muestra que este sábado abre en la Galería Adora Calvo, también encontramos páginas, pero no de libros, sino de revistas de arte contemporáneo. Martín ha elaborado con ellas una suerte de dibujos plegándolas con cierta violencia, atornillándolas, juntándolas unas con otras. Ha trabajado en esos procedimientos con una brusquedad que aporta frescura y que ha incorporado el proceso creativo al propio resultado: las huellas del paso del martillo y los compactos volúmenes que han generado las revistas tras el trabajo de la madrileña forman parte intrínseca de su presentación final.
¿Y por qué la exposición se titula “Retrato de artista”? Porque Alicia Martín equipara la acción de retratar o retratarse a la de reducir(se), aunque en cada uno de estos “dibujos” encontramos más que la representación de una identidad la suma de varias de ellas diluídas en un único volumen.
Si entendemos que la aglomeración de páginas, o de libros, es una representación de representaciones, estos retratos son la suma de múltiples retratos. El magma de letras que compone cada pieza viene acotada, no obstante, por contornos trazados a lápiz de la revista abierta y por los marcos de las obras, que podemos considerar collages y que, a diferencia de otros proyectos de Martín que entraban en diálogo con los espacios expositivos, se exhiben aquí a modo de galería de retratos, en una disposición clásica.
