Ahogarse en un mar de datos: arte en el laberinto líquido

Una muestra en La Casa Encendida aborda las respuestas artísticas y sociales ante el imperio de la red

Madrid,

Hace unos días os hablamos de los ocho artistas ganadores de Generación 2019 que, desde el pasado 1 de febrero, exponen sus proyectos en La Casa Encendida; ese día, el centro inauguró además otra muestra colectiva de la que forman parte dieciséis creadores internacionales y que explora los efectos emocionales del imperio de lo tecnológico en nuestras vidas y las posibles respuestas que, a un nivel creativo pero también social, podríamos generar ante ese reto.

“Ahogarse en un mar de datos”, que así se llama este proyecto, consta en realidad de tres partes: la propia exhibición, dedicada a la nueva realidad generada por un mar de imágenes y datos difíciles de encauzar; un programa de performances ya en marcha, cuyas últimas actividades formarán parte de la programación del Festival Gelatina, y el catálogo, que cuenta con textos de análisis sobre el peso de lo virtual en nuestra época a cargo de João Laia, Jussi Parikka, Erika Bolsom, Jonathan Crary, Flaviu Rogojan, Paul B. Preciado, Sonia Fernández Pan y Holly Childs.

Laia, comisario de esta propuesta, lo fue también en La Casa hace dos años de “Transmissions from the Etherspace”, una exposición que igualmente se acompañaba de un calendario de performances y que ya planteaba las fricciones entre lo material y lo inmaterial en la cultura contemporánea y las tensiones que generaban prestando atención al afecto y el deseo, la economía y la naturaleza y el mundo laboral.

Esta vez, su exposición no ha mirado tanto a las tecnologías digitales en sí mismas, sino a su impacto en las relaciones entre individuo y sociedad en cuanto a desorientaciones y ansiedades; los trabajos expuestos plantean una cartografía de nuestro tiempo atendiendo a esa virtualidad y su reflejo en las personalidades y también suscitan propuestas especulativas relativas a nuevas formas de entender Internet y nuestra vinculación con él más allá de la desesperanza y el nihilismo. El montaje acompaña a los mensajes: es tan laberíntico, fluido y proclive al escape como la red y no ofrece un recorrido pautado sino que busca suscitar experiencias; mientras, las performances y el catálogo establecen dos tiempos y modos de acercamiento a lo real: el instantáneo y activo y el lento y reflexivo.

Nicolás Lamas. Sin título, 2018
Nicolás Lamas. Sin título, 2018
Pakui Hardware The Return of Sweetnes, 2018. Cortesía del artista
Pakui Hardware The Return of Sweetnes, 2018. Cortesía del artista. Fotografía: Andrej Vasilenko. Cortesía del artista

Dado que no ha transcurrido el tiempo suficiente para que podamos mirar con distancia y conocer en profundidad las consecuencias del rumbo actual de las tecnologías de la comunicación sobre nuestras vidas, si un rasgo caracteriza nuestra actual comprensión de ese rumbo y, en general, de nuestro tiempo, ese es la inestabilidad, la incertidumbre ante la ausencia de referentes solidos en nuestra inmersión en un sistema que oculta su opacidad entre “aparentes” transparencias. Y esa inestabilidad, además de actitudes más o menos positivistas y confiadas, genera alienación o nihilismo, sin excluir las primeras.

Ese es el punto de partida de la muestra, de la que forman parte trabajos en muy distintas técnicas, desplegados en dos salas y un pasillo, entre cortinas que ocultan o desvelan y marcan nuestros pasos. Emma Charles se pregunta qué queda de los sistemas de pensamiento de la Guerra Fría en las infraestructuras y poderes ligados a las tecnologías digitales; Clemens von Wedemeyer y otros autores abordan la influencia del algoritmo a nivel social, Joanna Piotrowska plantea hasta qué punto Internet es un espacio libre o de clausura y Tomasz Kowalski y Sofía Reyes han estudiado cómo el empleo constante de tecnologías digitales genera, de un lado, adicciones o comportamientos dependientes respecto a las mismas y, de otro, interpretaciones quizá paranoides de lo real (de lo que cada vez en menor medida contemplamos más allá de las pantallas).

Los proyectos de June Crespo y M. Reme Silvestre estudian las tensiones entre cuerpos e inmaterialidad (y su ocasional sometización en forma de bruxismos); Pedro Barateiro, en su filme The Opening Monologue, hecho de GIFs y found footages y Leslie Thornson abordan los efectos de la conjunción de imagen, sonido y palabra al transmitir contenidos; a Nicolás Lamas le interesa la nueva primacía de lo efímero en un sentido amplio, en relación con los significados y las funciones de objetos e ideas; en esa línea, Evan Ifekoya recuerda en su gran ola cuán lejos queda la auralidad de los modos de representación dominantes hoy y James Richards propone recuperar la poesía y los juegos asociativos para adentrarnos en formas de comunicación más apacibles (la suya es una de las propuestas más esperanzadoras). Por último, el dúo Pakui Hardware compara en una instalación los procesos físicos y biológicos con los económicos y Korakrit Arunanondchai ofrece una visión alternativa de la tecnología, entendiéndola como fuerza animista susceptible de ser empleada por humanos y no humanos.

En su ensayo en el catálogo, Preciado no habla de animismo sin fronteras, pero sí de la tecnología potenciadora de irrealidades que abonamos como si de verdad fueran bienes materiales: A pesar de que estamos acostumbrados a hablar de sociedad de consumo, los objetos que consumimos son el confeti sólido de una producción virtual psicotóxica. Consumimos aire, sueños, identidad, relación, alma. Este nuevo capitalismo farmacopornográfico funciona en realidad gracias a la gestión biomediática de la subjetividad, a través de su control molecular y de la producción de conexiones virtuales audiovisuales.

Pedro Barateiro. Pedro Barateiro The Opening Monologue, 2018. Cortesía del artista y Netwerk Aalst
Pedro Barateiro. The Opening Monologue, 2018. Cortesía del artista y Netwerk Aalst
M Reme Silvestre. Sin título, 2017
M Reme Silvestre. Sin título, 2017

 

 

“Ahogarse en un mar de datos”

LA CASA ENCENDIDA

Ronda de Valencia, 2

Madrid

Del 1 de febrero al 19 de mayo de 2019

 

 

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