Zuloaga en el París de la Belle Époque

Fundación MAPFRE revisa la obra del pintor en su contexto europeo

Madrid,
Ignacio Zuloaga. Retrato de Emile Bernard, 1897-1901. Exposición Zuloaga en MAPFRE
Ignacio Zuloaga. Retrato de Émile Bernard, 1897-1901

La exposición que mañana abre sus puertas en la Fundación MAPFRE, dedicada a la figura de Ignacio Zuloaga, revisa la trayectoria de este gran creador desde su realidad más europea, la de un artista que vivía en Paris y que desde el primer momento fue bien aceptado en la sociedad parisina, en la que estaba cómodamente integrado. Una perspectiva que seguramente le hace más justicia que la tradicional visión del pintor de la España Negra. Si nos fijamos en la procedencia de las piezas expuestas ya nos hacemos una idea de la importancia internacional de Zuloaga, cuya obra está repartida por los mejores museos de Europa; un éxito en el exterior que contrasta con el hecho de que el artista nunca llegara a exponer en su país, donde siempre ha estado vinculado, sin él quererlo, con el debate sobre la imagen de España. La aportación de esta exposición es, como decimos, la de plantear un contexto mucho más amplio que el español, sacando a Zuloaga de esa polémica, y colocándolo en el lugar que realmente ocupó dentro del arte europeo.

Zuloaga nació en Eibar en 1870, en el seno de una familia de tradición artística que le ofreció la posibilidad de estudiar pintura en Madrid, donde eran frecuentes sus visitas al Museo del Prado para copiar a los maestros, y en Roma, a donde viajó en 1889 para completar su formación. Sin embargo, su inquietud de apertura hacia la modernidad le llevaría ese mismo año a París, donde residió 25 años y donde desarrollaría la mayor parte de su obra, a caballo entre los siglos XIX y XX. Si bien su llegada a la capital francesa le sumergió en la vida cosmopolita, siempre mantuvo un profundo sentido de la tradición y un interés por la temática de lo español.

Pese a ser el referente para los intelectuales de la Generación del 98, la obra de Zuloaga hay que entenderla y situarla en el contexto del París cosmopolita en el que el pintor vivió.

Entre 1892 y 1893 asistió a la Academie de la Palette, donde entra en contacto con Toulouse-Lautrec, Maurice Barres y Paul Gauguin, de quien figura un autorretrato en la exposición. Conoce también entonces a los simbolistas y nabis con los que expondría en sucesivas ediciones de la Exposición de Peintres Impressionnistes et Symbolistes, en los años 1892, 1893 y 1894, poniendo en práctica algunos de los recursos utilizados por estos pintores, dotando a sus obras de un interesante componente espiritual. Con algunos de ellos trabaría además una buena amistad, principalmente con Émile Bernard y Auguste Rodin. Bernard, a quien curiosamente no había conocido cuando expusieron juntos sino que sus caminos se encontrarían algo más tarde en Sevilla, llegaría a afirmar que de entre todos los artistas de su época Zuloaga era el mejor. Además de los de sus amigos más cercanos, la exposición reúne trabajos de  Pablo Picasso, Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Serusier, Maurice Denis, Eugène Carrière, Giovanni Boldini o Jaques-Émile Blanche, y una pequeña selección de las obras que Zuloaga atesoró en su colección particular, que incluyen al Greco, Zurbarán o Goya. El coleccionismo era una tradición que le venía de familia y se cuenta que Zuloaga tenía solo veinte años cuando compró una obra atribuida al Greco por 50 francos y que, a partir de ese momento, fue reuniendo una colección en la que no faltaron esos otros pintores españoles que él tanto admiraba.

En 1892 y 1895 viajó a Andalucía, donde encuentra una realidad muy distinta a la parisina pero que no es del todo ajena a él, representando en sus cuadros escenas costumbristas, no exentas de polémica, que le producen el rechazo de la crítica española. Es el caso, por ejemplo, de Víspera de la corrida, rechazada por el Comité español para participar en la Exposición Universal de París de 1900, para la que prefirieron Triste herencia, de Sorolla.

Ignacio Zuloaga. Parisienses (en St. Cloud), 1900. Exposición Zuloaga en Mapfre.
Ignacio Zuloaga. Parisienses (en St. Cloud), 1900.

DE RETRATISTA DE LA ALTA SOCIEDAD A PINTOR DE CELESTINAS Y ENANOS

Su matrimonio con la francesa Valentina Dethomas le introdujo en una familia política en la que había banqueros pero también artistas, lo que le abrió las puertas para convertirse en uno de los grandes retratistas de la Belle Époque. El siglo XIX fue, sin duda, el siglo del retrato, que además de funcionar como un elemento de promoción social era también un medio de inversión para la burguesía, y Zuloaga supo sacar rédito de ello inmortalizando a esta nueva clientela adinerada. En esta sección de la exposición dedicada a su faceta de retratista comparte espacio con otros grandes representantes del género como Giovanni Boldini, Antonio de La Gandara, John Singer Sargent o Jaques-Émile Blanche. En ella encontramos  magníficos ejemplos como los retratos de la Condesa Mathieu de Noailles (1913), uno de los personajes más destacados del París del momento por su posición social pero también por ser conocida entre los intelectuales por su obra poética ligada al simbolismo; el de Madame Malinowska (la Rusa) (1912), el de Doña Adela de Quintana Moreno (1910) o el retrato de busto de Mademoiselle Breval (1909).

La exposición finaliza con la vuelta a las raíces y a la hondura de la España Negra, el periodo de madurez en el que el pintor produce sus mejores obras. Como otros artistas de su grupo, Zuloaga siente la necesidad en un momento dado de escapar del vértigo que le produce la vida moderna de París y decide emprender una especie de viaje iniciático que le lleve a encontrar la pureza de lo auténtico y que en su caso significa un retorno a España. La obra con la que se cierra la muestra, el Retrato de Maurice Barrès (1913),  no podría estar mejor elegida para ilustrar ese momento, pues en ella confluyen tradición y modernidad, el Zuloaga español y el francés.

Pese a esta vuelta a las raíces, a la iconografía de lo español (compartida con compañeros de viaje como Picasso o Anglada Camarasa, que también encuentran inspiración en bailarinas, celestinas y enanos) y a ser todo un referente para los intelectuales de la Generación del 98, la obra de Zuloaga hay que entenderla y situarla en el contexto del París cosmopolita en el que el pintor vivió, tal y como el recorrido por esta exposición pone de manifiesto.

 

Ignacio Zuloaga. Retrato de Maurice Barres, 1913.
Ignacio Zuloaga. Retrato de Maurice Barrés, 1913.

 

“Zuloaga en el París de la Belle Époque, 1889-1914”

FUNDACIÓN MAPFRE. SALA RECOLETOS

Paseo de Recoletos, 23

Madrid

Del 28 de septiembre de 2017 al 7 de enero de 2018

 

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