Fortuny, el cosmopolita sin edad

El Prado le dedica su retrospectiva más extensa

Madrid,
Mariano Fortuny. Los hijos del pintor en el salón japonés, 1874. Museo Nacional del Prado
Mariano Fortuny. Los hijos del pintor en el salón japonés, 1874. Museo Nacional del Prado

Delicada, elegante y muy moderna: así es la pintura de Mariano Fortuny, protagonista ahora de una muy exhaustiva antología en el Museo del Prado, centro que él visitó en vida en muchas ocasiones y que cuenta entre sus fondos con una treintena de sus obras.

Javier Barón, el comisario de la exposición, dice de él que fue el pintor español más influyente del siglo XIX desde la muerte de Goya hasta el nacimiento de Picasso, y también el más cosmopolita. Solo vivió 36 años, pero los viajes, su mirada luminosa y una formación abierta le permitieron desarrollar desde su juventud temprana una personalidad poliédrica, cultivar temáticas muy diversas y expresarse en todo tipo de técnicas (óleo, acuarela, aguafuerte o dibujo). También convertirse en coleccionista de ojo privilegiado, que primero adquirió objetos que necesitaba pintar y después, cuando hizo fortuna, piezas artísticas de primer orden que hoy forman parte de las colecciones del Louvre o el Hermitage.

La muestra se enmarca en una línea expositiva que el Prado inició hace varios años con el fin de recuperar para el público a maestros de la pintura española del XIX insuficientemente divulgados, pero este proyecto, que comenzó a gestarse en 2012, es más que un eslabón de un programa de estudio: Andrés Úbeda ha destacado su ambición por el número e importancia de las obras expuestas (unas 170, cedidas por 40 prestadores, como el museo del artista en Venecia o el MNAC barcelonés) y porque por primera vez la pinacoteca nos da una visión integral de la producción de Fortuny: se exponen óleos, acuarelas, dibujos y estampas y se profundiza en su estudio, el lugar que el mismo artista pintó e hizo fotografiar y donde atesoraba algunas obras que le servían como influencia directa. No existe discontinuidad entre su pintura y su atelier.

Entre las obras de la retrospectiva, que se inicia con diversos retratos de Fortuny que lo presentan como hombre romántico de mirada soñadora, encontraremos un buen número de trabajos inéditos o apenas vistos y los que el museo ha adquirido desde 2014, como una copia del san Andrés de Ribera (una de las muchas que el catalán realizó de maestros como Velázquez, Goya o El Greco) o el paisaje napolitano comprado este mismo año con la herencia de Carmen Sánchez, que ella quiso que se destinara específicamente a la adquisición y la restauración de obras.

Unas y otras piezas nos desvelan a un Fortuny coleccionista de momentos históricos y cotidianos, amante de Marruecos, de la cultura oriental y de aquello que le resultaba puro y auténtico: desde la infancia al Albaicín, el mar, el sol, la muerte o el cuerpo humano.

Mariano Fortuny. La vicaría, hacia 1868-1870. Museu Nacional d´Art de Catalunya
Mariano Fortuny. La vicaría, hacia 1868-1870. Museu Nacional d´Art de Catalunya

Formado en Roma durante tres años, sus estancias en el norte de África (en 1860, 1862 y 1871) le permitieron descubrir un imaginario árabe cuya influencia, en forma de atmósferas cálidas y bohemias, mantuvo a lo largo de su carrera, breve como decíamos, pero muy prolífica. Le fascinaron sus formas de vida sencilla, sus casas austeras… y tuvo facilidad para captar su cultura, como la mantuvo siempre para capturar la vida y la luz en torno al Mediterráneo.

Ese cosmopolitismo, también su manejo de puntos de vista bajos, le convirtieron en un pintor muy original tanto en el contexto español como en el europeo. Y fuera de España también trabajó: para el palacio de la reina María Cristina en París pintó el gran óleo La reina María Cristina y su hija la reina Isabel pasando revista a las baterías de artillería que defendían Madrid en 1837, en 1866. Se concibió para disponerse en un techo, y así es precisamente como el Prado ha decidido exhibirlo.

Imagen de las salas de la exposición “Fortuny (1838-1874). Foto © Museo Nacional del Prado
Imagen de las salas de la exposición “Fortuny (1838-1874)”. Foto © Museo Nacional del Prado

Un capítulo importante en la muestra del Prado es el dedicado al grabado, seguramente la vertiente más misteriosa de la obra de Fortuny (fijaos en su espléndido Anacoreta), pero su quehacer más delicado lo volcó en la acuarela: entre las más seductoras de la exposición destaca Fumador de opio, que para la ocasión ha salido por primera vez del Hermitage de San Petersburgo. Es un ejemplo de la soltura de sus pinceladas y la calidad de sus tintas. Con idéntica delicadeza abordó sus escenas tomadas del natural y sus vistas granadinas, de pequeño formato, muy vivas y algunas testimonio evidente de su gusto por la arqueología y su voluntad esteticista, de su afán por mejorar la realidad.

Mariano Fortuny. El fumador de opio, 1869. San Petersburgo, Museo Estatal del Hermitage
Mariano Fortuny. El fumador de opio, 1869. San Petersburgo, Museo Estatal del Hermitage
Mariano Fortuny. Ayuntamiento viejo de Granada, hacia 1872-1873. Museo de Bellas Artes de Granada
Mariano Fortuny. Ayuntamiento viejo de Granada, hacia 1872-1873. Museo de Bellas Artes de Granada

La factura deshecha tan característica de la producción de Fortuny fue a más en sus años finales, también el toque vibrante de sus pinceladas. Lo vemos en sus pequeñas imágenes de niños desnudos en la playa, anteriores a los de Sorolla y Darío de Regoyos, de factura muy suelta y con cuidadas sombras coloreadas; también en la obra que cierra la muestra, una espléndida vista marina con el Vesubio al fondo.

Mariano Fortuny. Desnudo en la playa de Portici, 1874. Museo Nacional del Prado
Mariano Fortuny. Desnudo en la playa de Portici, 1874. Museo Nacional del Prado

 

 

Fortuny (1838-1874)”

MUSEO NACIONAL DEL PRADO

c/ Ruiz de Alarcón, 23

Madrid

Del 21 de noviembre de 2017 al 18 de marzo de 2018

 

 

 

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