Mapa Teatro: una mina en el Reina Sofía

El colectivo colombiano se suma al programa Fisuras

Madrid,

Tres artistas colombianos (los hermanos Heidi, Elizabeth y Rolf Abderhalden) componen el colectivo Mapa Teatro, fundado hace 34 años años en París pero establecido en Bogotá ya desde sus inicios, en 1986. Llevan a cabo proyectos transversales entre las artes plásticas y las artes vivas -entiéndase efímeras- en los que enlazan geografías distantes y etapas de la historia igualmente lejanas, el mito y la historia y obras de disciplinas y formatos muy distintos bajo un mismo propósito: el de contarnos relatos en los que las verdades fehacientes aportan tanto contenido como las ficciones y la propia experiencia del espectador, convertido a veces en actor.

Precisamente la propuesta que hoy han presentado en el Museo Reina Sofía, en el marco de su programa Fisuras, la califican como etnoficción, porque surge de estrechar lazos entre el pasado del edificio que es sede del MNCARS (idea presente también en la actual muestra de Luis Camnitzer en el centro), el de la explotación de las minas de oro colombianas y el presente de uno y otras: la función museística del que fue Hospital San Carlos y la actividad, hoy aún mantenida, en las minas de Marmato. De hecho, hay más capas de lectura posibles: no faltan referencias al panorama laboral y económico generado en torno a la búsqueda de oro ayer y hoy y a las repercusiones ecológicas de las extracciones; Colombia es actualmente, según han afirmado los integrantes de Mapa Teatro, el tercer país del mundo con mayor contaminación ambiental a causa de la minería.

Los Abderhalden no componen un grupo por casualidad, sino porque no les interesa trabajar desde el sentido clásico de autoría, del mismo modo que no buscan que su producción pueda catalogarse en etiquetas concretas: se definen como un cuerpo con varias cabezas que mantiene en su producción la dimensión de lo teatral pero que, ante todo, desplaza su práctica de la caja negra al cubo blanco tomando múltiples problemáticas como punto de partida y generando otras tantas en el camino. Al plantear “De los dementes, ò faltos de juicio”, les pareció provocador entablar un diálogo con las zonas menos transitadas por el público del Reina Sofía: la Sala de Bóvedas y las escaleras que conducen a ella (también con el Espacio 1, donde se inicia el recorrido de la muestra). Partiendo de la base de que los espacios nunca son neutros, sino portadores de voces e imaginarios, han vinculado lo histórico y lo probablemente ficticio, invitándonos a disfrutar con la tensión de su encuentro convertido en acontecimiento en el espacio. El resultado nos descubre que lo documentado e innegable y lo imaginado nunca han estado muy lejos.

Vista de la exposición "Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores
Vista de la exposición “Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores

Cuando Felipe II fundó el Hospital General que es el germen del actual edificio en que visitamos el Reina Sofía, esta construcción se dedicó a la asistencia de pobres y marginales. Rebautizado ya como Hospital General y de la Pasión, Fernando VI estableció, en el siglo XVIII, que a su financiación se destinaran tanto las limosnas de la familia real como las llegadas de las Indias y que acogiese a enfermos de todo tipo, cobijándose en sus sótanos a los que en los documentos se cita como “dementes ò faltos de juicio” (eran 42 en 1821, según la tesis del arquitecto Muñoz Alonso presente en la exposición). Uno de los así considerados fue Ángel Díaz Castellanos, ingeniero al que Carlos III enviaría al Virreinato de Nueva Granada, junto a Juan José Delhuyar, para modernizar y rentabilizar mejor sus minas de oro, que se explotaban ya antes de la colonización (y, como decíamos, también después). Y siguiendo los pasos de ambos… Mapa Teatro descubrió que Díaz sufrió allí síntomas de la enfermedad llamada entonces auriferis delirium (la fiebre del oro o lo que hoy llamaríamos quizá desorden monetario). Tuvo que regresar a España y no fue recluido en otro lugar que en las Bóvedas del Hospital General, donde parece que siguió viendo polvo de oro entre los ladrillos y alimentando su afán por extraerlo. Sus visiones también son historia y su quimera de enriquecimiento seguramente es atemporal, así que en la figura de este ingeniero se reúne la memoria documentada y la falta de juicio, como en el Espacio 1 del Reina Sofía se da cita lo mítico y lo indiscutible.

Allí podemos ver vídeos con imágenes (y expresivos sonidos) de la actividad en las minas de Marmato, mapas, documentos rescatados del antiguo Hospital y artículos de prensa donde se habla de esos espacios cedidos a dementes y faltos de juicio (Visita a la morada del dolor, titulaba El Heraldo de Madrid), otros testimonios relativos al viaje a Nueva Granada de los dos ingenieros, cartas de Díaz y piezas etnográficas entre las que destaca una estatuilla en oro de un cacique Quimbaya, precolombina, que se nos muestra girando en el sentido opuesto a las agujas del reloj -por la diferente noción del paso del tiempo en esta cultura- y acompañada de otra, que es una pieza independiente pero también su réplica. Este cacique es una obra significativa, paradójicamente, por lo poco que sabemos de ella: los museos no suelen ser, no a propósito, espacios para las copias o las falsificaciones, y esta figura transmite muchos significados posibles, pero no puede darse fe de su autenticidad. La duda no importaría en un teatro, pero sí en un centro de arte: Mapa Teatro abre el debate insertando esta posible ficción de lo antiguo. Junto a ella, un lingote de oro, emblema universal de opulencia, nos habla en este mismo espacio del nexo de la dura actividad minera con el enriquecimiento de quienes no la practican, ayer y hoy.

Vista de la exposición "Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores
Vista de la exposición “Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores

El segundo capítulo de la exposición, este ya sí de componente más teatral, nos espera descendiendo a la Sala de Bóvedas, cuyas cámaras de seguridad ya nos enseñaron antes. Su oscuridad, temperatura, e incluso su olor nos hacen viajar a las minas, y allí se ha dispuesto una instalación con material traído de Marmato (raíles desplazando vagonetas continuamente en movimiento) que interactúa, acompasándose, con una grabación de vídeo, tomada en las mismas minas, que se proyecta en uno de los vanos de la sala; filmación que sale igualmente a nuestro encuentro a través de otra ruidosa vagoneta. Así, invocando el espíritu ansioso de Ángel Díaz, los mineros trabajando en pantalla actualizan el delirio (no precisamente el suyo propio) que continúa vigente en torno a la riqueza simbolizada por el oro. Sus cuerpos, como dice José Antonio Sánchez en la publicación que acompaña a la muestra, son latentes frente a los bien presentes del público que habita ahora, más que recorre, ese espacio para la generación de riqueza y de codicia, y también para la locura, que es la mina instalada en las Bóvedas que fueron de los dementes, ò faltos de juicio.

A nuestro regreso a la luz, al claustro del Reina Sofía, nos acompañan en las escaleras mulas de carga proyectadas en las paredes: las empleadas por los mineros para acceder con esfuerzo a las minas. Aquí se convierten en metáfora de la dureza del ascenso y del trabajo de quienes buscan el oro frente a la comodidad de sus últimas manos.

Vista de la exposición "Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores
Vista de la exposición “Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores

 

 

“Mapa Teatro. De los dementes, ò faltos de juicio”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

c/ Santa Isabel, 52

Madrid

Del 30 de octubre de 2018 al 29 de abril de 2019

 

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